Matame

La verdad… quiero que me mates…

Con una de tus miradas picaras, que me revisa con una lujuria casi caníbal, drogándome con el reflejo de tus ojos psicópatas por lo que desean, y el brillo de tus labios rojos cual el pecado primordial, que me coacciona y corta los tendones de mi sensatez, dejándome indefenso ante tu pasión asesina y arrebatadora.

Quiero que me mutiles, cada uno de mis miedos e inseguridades, que los guardes como un trofeo en alguna estantería en sal para que cada tanto los cocines como solo a vos te sale y que tanto me gusta, dándole ese gustito a una victoria mas.

Quiero que me secuestres y me hagas prisionero, de tus pensamientos, de tus días, tus pesares y alegrías, tus lagrimas serian mi tortura y tu sonrisa la mas poética forma de síndrome de Estocolmo. Todo lo que quede por delante como los barrotes que me aferran a ti y tu olvido como la libertad que quema a esos que viven bajo tierra.

Quiero que me descuartices, en mil pedazos pequeños … y los repartas por toda la ciudad o el mundo si podes, en recuerdos que juntos creemos, una especie de mapa macabro de la odisea que estas marcando en mi piel y mi corazón.

Y quiero que me entierres… en mil besos y caricias, en polvos hambrientos y eternos como viajeros intentando retratar la geografía de un paraíso desconocido o rapiditos con el ansia de un adicto ante su veneno predilecto. En tardes de sofá o ocio, donde el silencio no sea un tercero en discordia, sino un invitado que al llegar, pone la pava y disfruta con nosotros. En abrazos insolicitados, que calman el alma o hacen darse cuenta a uno de que tan lleno o vacío esta el vaso, o como esta el vaso.

Te elijo como el final de mi camino.

Mi Roma.

Te elijo como mi carcelera, mi juez y verdugo.

Mátame de amor.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio