Un viaje espectral
al sur de una tierra abrumada,
donde los vientos son los únicos
que jamás mienten su furia,
su fluir primitivo por las sombras de la llanura.
Una nave misteriosa
se derrite con la noche,
son una misma brisa,
el soplo de una flecha
que se clava en las venas de la llanura.
Otros vientos creen dominar
el aire del infierno,
quieren derribar las puertas
que se cierran en las rocas
con que juegan los dioses de la llanura.
Estos vientos no son sinceros,
chocan, se separan y se unen,
mienten, se odian y se destruyen.
Sueñan ser únicos,
sueñan ser el eterno sueño de la llanura.
La nave juega con el tiempo
y con el movimiento que no existe.
Si su vuelo de tortuga
fuera visto por Aquiles,
sus pies ligeros morirían en las grietas de la llanura.
Mil vientos y mil naves
han visto mis ojos de barro,
pero esta noche, caminante,
una sola brisa rubia extraño,
una brisa apagada tras los pasos de la llanura.