Por fin colgué el cuadro en el living de mi casa. Me acabo de recibir de la carrera más osada:
“licenciatura en hacer las cosas difíciles y hablar en un código propio sin relación con lo que
sucede alrededor, con especialización en inutilización del conocimiento”.
Ni bien me recibí tuve mucho trabajo, me querían convocar de todos lados. Había mucha
necesidad de especialistas en el tema del enmarañamiento que decanta en respuestas
simples. Alguien decidió pagarme doble si podía volver las cosas con un nivel de complejidad
capaz de provocar el alejamiento de preguntas. La gente que se apiñaba en las puertas volvía a
sus casas rascándose la cabeza sin saber ya ni qué preguntar, y yo mientras tanto me
transformaba en el ídolo del momento.