Anoche soñé con ella, llegaba de visita a mi hogar, sin dudarlo salte por mi puerta para llenar de besos su suave piel que mis pesares puede apagar.

Después caminamos por una ciudad pequeña lleno de desconocidos, no me podría importar menos los demás pues mis ojos solo buscaban sus ojos asustadizos.

En un instante aparecimos en una gran colina con un gran lago al horizonte, su expansión no me asustó pues con su silueta a mi lado no hay miedo que me confronte.

Le miré a sus ojos y le dije que la amaba, pero en ese momento su expresión se volvió gris, y mi amor no fue correspondido, sentí que morí.

Ella se quedó de pie con la mirada fija hacia un futuro incierto, yo me acosté en el suelo con la cabeza en una almohada, fue cuando mis mejillas se mojaron de lágrimas amargas.

Mi cuerpo comenzó a hacerse pequeño y me sentía viejo, en ocasiones ella desviaba la mirada para llenarme de indiferencia, esa inferencia que justificaba sin aceptar sus errores, ese amor que finalmente era amor marcado de su ausencia.