Deudas de la infancia
Perdón.
Me siento culpable de pedirles cosas.
Repito que mi vida es una ironía, una comedia barata llena de paralelismos y contradicciones.
Lo quiero todo porque mis ambiciones además de vacías, son mayores a mis propias capacidades. Son deseos descarados y viciosos. Soy el reflejo del camino de una adulta que guarda una niña interior que jamás aprendió a crecer.
Quiero obtener más de lo que mis manos pueden alcanzar, pero me da tanta pena pedirlo.
Mamá, Papá, perdón.
Por sobre todo, quiero que mis actos jamas puedan lastimarlos. No quiero alimentarme de su carne a costa de mis necesidades egoístas, superficiales.
De qué sirve que se deshagan, si nada queda de ustedes.
No quiero crecer jamás mamá. Cuando pienso estas cosas me pregunto hasta dónde podrá llegar mi egoísmo. Quiero depender de ustedes para siempre, tener un lugar al que volver pase lo que pase.
Y vuelven las contradicciones, porque siento que necesito madurar a pasos gigantes para poder hacer algo, lo que sea.
Tengo tanto miedo Papá. Porque a pesar de que lo odio, se que estoy creciendo y me aterra pensar en qué clase de persona me estoy convirtiendo. Me faltan tantos pedazos que no puedo ni sostenerme por mi misma. Como un individuo sin silueta, incompleto.
Perdón.
Sé que ustedes lo ven, a pesar de que no saben todo, sé que ven mis cicatrices, a pesar de que no saben de qué son, sé que están preocupados. Y me siento tan mal de pedirles tanto. Ojalá pudiera vivir sin pedirles nada por el resto de mi vida. Tengo esta necesidad tan grande de ser independiente, apurada para poder pagarles. Hacer lo que sea.
Me siento un parásito. Necesito saldar estas interminables deudas, pero no se cómo.

