Un choque entre tus labios y los mios;
algo tan suave pero lleno de necesidad,
donde devoro tu saliva hasta cambiar la información genética que se encuentra en la mía, sintiendo la templanza del pecado carnal, estando lo más cerca que podemos estar, pero nunca llegando a nuestro deseo: fusionar nuestros cuerpos. Incluso susurrando, suplicando en voz baja, confiándote con cada faceta de mi ser, de mi cuerpo, mi mente y alma, empapada en emoción cruda; solo logro que dejes tus dientes al descubierto, mientras te hundís en mí.
Y eso somos; un temor completamente delicioso, desgarradoramente tierno, sentimientos que se deslizan entre sí, logrando mover la fuerza desesperada de tener mi mano en tu cuello. Bocas que se destruyen amando y una terca ternura al no saber cómo desenvolver lo vulnerable, aún asi paseo mis dedos sobre tu cuerpo y, una vez más, escribo sobre el.
Los relojes no se detienen cuando nuestros cuerpos se encuentran, lo que provoca un río de sudor; nuestras palmas se resbalan al toparse y a pesar de eso logramos profundizarnos en el cuerpo ajeno, formando una melodía que físicamente no conseguimos procesar pero que nuestras almas jamás olvidarán.