la oscuridad del bosque iluminaba sus emociones. el silencio de la noche le hacía escuchar sus pensamientos.

Sentado en alguna roca al lado de algún árbol miraba el piso y su sombra proyectada por la luz de la luna.

-si pudiera hacerlo todo de nuevo ¿lo volvería a hacer?- pensaba, mientras el otro lo observaba con sus ojos huecos y negros, ese compañero tenía un nombre, pero ya se le olvidó. 

él no era algo, pero sentía, no creía haber estado vivo, pero recordaba. su vida había sido… había sido. 

los árboles ululaban y él seguía sentado en alguna roca al lado de algún árbol. las estrellas acompañaban, y su ahora amigo se lo iba llevando, lo arrastraba, pero él no lo sentía. siempre lo esperó, pero no hizo nada al respecto, supo que venía, y no se movió de su roca. aferrado a su presente, extrañando el pasado y con miedo del futuro, vivió sólo y sin pasiones, vivió como un día sólo apareció. creía que algo iba a cambiar, y que todo iba a mejorar. sentado en su roca.

un día vio un humano pasar cerca de sí, éste lo miro con asombro al ver su grandeza. 

con esos brazos debes de cargar grandes pesos– le dijo.

él solo quedó en silencio. miraba con envidia al transeúnte, miraba como sus pies recorrían ese bosque, miraba con envidia como recorría lo que esté al frente. pensó en correr, pero ¿para qué?

un día pasó una liebre, lo miró y se escondió tras un árbol.

fue la primera vez que habló.

-no tengas miedo, no voy a moverme de aquí.- le dijo.

la liebre se acercó y observando la inmensidad de lo que tenía en frente dijo.

creí que eras una leyenda. la roca enorme que respira.- 

sin moverse del lugar, él respondió. -no soy una roca,  tengo brazos y puedo arrancar un árbol de raíz, tengo piernas y puedo correr más rápido que la más rápida de tus amigas, tengo corazón y puedo sentir más que un humano. soy de piedra más no inerte. tengo boca y sé hablar, tengo oídos y puedo escuchar, tengo ojos y puedo ver.-

la liebre miraba la inmensidad de su interlocutor, éste ser blanco marfil, con musgo en su base, plantas a su alrededor recorriendo toda su figura, miraba con asombro y lástima. dijo;

mis amigas y yo tenemos piernas y corremos, tenemos boca y comemos, tenemos ojos y viajamos. ¿Qué te detiene?.-

la liebre se fue y él quedó sólo mirando la inmensidad ya tan conocida del bosque que tenía en frente. ¿Qué lo detenía?.

su compañero seguía a su lado mientras él recordaba, mientras su larga y casi eterna monótona vida pasaba frente a sus ojos. ahora sí lo sentía.

¿y qué quería hacer? nada. ¿por qué estaba ahí? nadie lo sabía. un día sólo apareció, sintió vida, sintió aire, sólo sintió. sentía como la tierra le rodeaba los dedos de los pies, sentía el sol en la cara, vio la belleza del lugar que le rodeaba. pero sólo eso podía y quería hacer. dio unos pasos más antes de llegar a donde sería su trono eternamente. sólo no quiso seguir, no quiso obedecer a su impulso de explorarlo todo, de conocerlo todo. sólo se sentó a observar las cosas acontecer. decidió que no era el momento para hacer algo, decidió que él no sería quien hiciera algo. 

sentado en alguna roca al lado de algún árbol, la presencia de ese ente que esperaba desde siempre pero jamás pensó ver lo atormentaba. la noche se hacía eterna, pero hermosa. había visto tantas noches antes, pero nunca las había visto así. sintió el impulso de saltar y volar al cielo, sabría que podría hacerlo, pero… ¿para qué?.

un día una mosca se posó sobre su hombro para recorrer su superficie, él no hizo nada.

tengo que volar todo el tiempo, sabes?. me tiene cansada, pero tengo que comer. si no no voy a tener fuerzas para buscar algo que comer.

él no respondió. –me gusta viajar a donde los hombres descansan, sus sobras sacian mi hambre con nuevos sabores y me gusta verlos enormes y lentos, mientras viajan. me subo a sus cajas móviles y viajo, he visto tantas cosas…

esa vida fue tan corta, y se preguntó qué sería vivir así, tan poco, pero tan lleno. pero no ¿para qué? mañana podría hacerlo.

esas manos delgadas, de piel arrugada y blanca le daban escalofríos. su amigo empezó a moverse.

sentía que dejaba de sentir. sus piernas no le respondían, aunque nunca lo había intentado, sus brazos no se movían, aunque nunca había querido hacerlo. nunca, hasta ahora, quiso correr, estaba aterrado. quiso saltar, estaba paralizado.

su compañero estaba en frente de él, lo miraba fijamente y él estaba horrorizado, sentía pánico, el silencio de la noche hacía que el grito de su propia mente lo aturdiera. pero su compañero no se detenía, se acercaba cada vez más, hasta que en un momento sólo se detuvo. como pensó que siempre lo haría.

lo tenía en frente, ahí, y estaba aterrorizado. gritaba, mas no había ruido. corría, mas nada se movía, lloraba, más las lágrimas no corrían. se acabó su oportunidad.

su juez lo miraba fijamente con ese negro infinito; sus ojos. sus ojos le hacían saber que no quedaba más de eso que él creía que nunca se iba a acabar. y con eso recordó su nombre; tiempo. 

17 octubre 2020