23 de mayo, 2022 6 min
La Historia nos muestra en sus vitrinas la ambición personal en la lucha por el dominio. Al temor como un poderoso estimulo. La construcción colectiva como protección, refugio y alimento. A las reglas de convivencia como requisito de progreso. Al Estado como alienación del hombre en trueque por librarse de las acechanzas y las miserias de la vida. Alguna vez me dije: La historia humana es la historia de sus batallas. La lucha por la libertad del pensamiento, por el establecimiento de modelos eficaces de sociedad, han recorrido un camino sinuoso lleno de alternativas que solo a la luz de la Historia han debido justificarse.
Aun hoy, la Historia se nos aparece como un legado natural del que no dudamos en desprendernos. Pero que a cada paso nos acompaña como una segunda naturaleza mental. El gran peso del Historia a la hora de tomar decisiones nimias, de carácter doméstico y trivial, han hecho que esta historia sea otro campo de batalla donde se intenta que sea, la que al manipulador le conviene.
Por eso, bienvenido el revisionismo, el análisis, la disciplina y el método para analizar la historia. Para escribirla y reescribirla. Para entenderla como un indispensable maestro y no como una simple sucesión de acontecimientos.
No hay un Fin de la Historia mientras haya especie humana. Se dificulta mucho perseguir la verdadera ambición del hombre, que es alcanzar la eternidad, si la Historia no nos enseña nada. La Historia es la gran arena donde el ejercicio de prueba y error, ha educado al Hombre y sus civilizaciones.
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