Quitzinte

-Quitzinte- le dijo mientras dejaba de recoger leña para prestarle atención al viento. Quitzinte  significa aquel sonido que hace el viento al pasar por las de hojas de los árboles – término. Wow! Cómo solo una palabra puede decir tantas cosas y encima algo tan lindo como ese sonido, pensó.

Luego de juntar bastante leña (y siempre del árbol caído) volvieron a la aldea en silencio, bueno, a lo que se le llama silencio, silencio no. Sin hablar, pero escuchando el canto de un pájaro, o dos, o tres.. perdió la cuenta, no podía distinguir a todos. También se le mezclaban  con el chillido de los monos, que gritaban como alertando a otros animales de su presencia. Las que no se enteraban, o solo las que lo ignoraban, eran las hormigas que pasaban en fila y cargadas de hojas por su camino ¿o era nuestro camino el que pasaba encima de ellas? Pensó nuevamente. Al levantar la vista observó que el grupo con el que andaba se alejaba por el camino minuciosamente marcado, pero no se preocupó porque ya conoce la selva, se siente parte de ella.

Eran como doce las tareas que se habían dividido entre todos los que ayudaban a la chamana, quienes mantenían el fuego y quienes hacían música. El sonido de los tambores siempre se entremezclaban con los latidos del corazón. Él nunca se había sentido parte de nada, ni siquiera de sí, pero ahí en la selva, era otra cosa: era su templo; y de repente se dejaba fluir con el lugar, se vinculaba dentro de lo espiritual, con desconocidos que apenas hablaban su lengua, pero que él sentía casi como parte de su familia. El fuego, cada vez más alocado, largaba chispas  por todos lados y se le empezó a derretir la piel ¿cómo se derrite un helado en la mano de un nene de 5 años? Su cuerpo comenzó a degradarse tal cual lo hace la leña cuando muta a cenizas. Sin entender, buscó una respuesta en los ojos de la señora que lo llevó hasta la comunidad, que solo llegó a fijar la mirada cariñosamente en él antes de empezar a levitar en partes, Junto con el viento y las hojas, miró nuevamente hacia el fuego y vió como un puma saltaba hacia él, quiso escapar pero fue inútil.

De pronto se despierta, agitado, agotado. Otra vez el mismo sueño. Cinco años pasaron y la selva sigue latente en él. Es hora de volver.

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