Buzones
Dentro de la cárcel existen lugares de aislamiento.
Se los llama buzones. Son celdas individuales, alejadas de los pabellones, en las que se encierra por un período de tiempo a las personas castigadas por algún conflicto de disciplina dentro del penal.
Se llaman buzones porque la comida destinada a quien permanece adentro pasa a través de una hendija de la puerta, similar al orificio para meter las cartas de un gran buzón.
Quien está en el buzón no puede ir a clases. La justificación de las faltas es un problema a resolver. Las soluciones son siempre artesanales, variables según el profesor de turno, la etapa del año y factores coyunturales.
El buzón es un lugar lúgubre desde lo concreto y extraño desde lo conceptual. Es un castigo dentro del castigo. Mientras que la cárcel aísla de la sociedad, el buzón aísla de la cárcel, dentro del mismo edificio. El buzón es una especie de puesta en abismo punitiva.
Por otro lado, el funcionamiento de nuestras cárceles vuelve necesaria la existencia de buzones. Sin la posibilidad de aislar a personas o grupos que se odian, los niveles de violencia intramuros serían mucho mayores. El problema, en todo caso, no es el buzón sino la cárcel, porque el funcionamiento de la cárcel genera buzones.
Las cárceles de máxima seguridad, por ejemplo, multiplican la restricciones de movimientos dentro de los penales y las posibilidades de encuentros interpersonales. Casi que apunta a ser un edificio constituido únicamente por celdas buzones.
A la hora de buscar imágenes, se podría pensar en las celdas de aislamiento como urnas en lugar de buzones. Estructuralmente, las urnas son tan parecidas a estas celdas como los buzones. Pero esta comparación no resiste un nivel de análisis más profundo. Se vuelve problemática, de hecho. Aunque legalmente la única libertad que pierde alguien preso es la libertad ambulatoria, a los condenados no se les permite votar.
Otra vez, hay que poner el ojo más arriba. No es la cárcel, sino la sociedad la exige y celebra los buzones.
La cárcel imagina el buzón. La sociedad imagina la cárcel. ¿Quién, entonces, imagina la sociedad?
«Todo aparato está contenido en otro de superior jerarquía», decía Flusser.
Trabajé 6 años dando clases en escuelas de cárceles e institutos de menores, fui asesor socio pedagógico del Ministerio de Educación de la Nación para cárceles de máxima seguridad y tuve durante dos años dos cátedras en el Postítulo de Educación en Contextos de Encierro de La Plata, cuyo primer programa, contenidos y bibliografía ayudé a desarrollar. También compuse un libro al respecto. Con esta experiencia (incompleta como todas, por supuesto), es que me permito hacer algunos comentarios al artículo.
-No es cierto, legalmente que “quien está en el buzón no puede ir a clases”. La ley dice que la educación primaria y secundaria es un derecho inalienable para todos. Que los vigilantes impongan ese uso o que los docentes de las cárceles no sepan o no puedan resolverlo es otro asunto.
– Se dice que “la cárcel aísla de la sociedad”. Esto implica un concepto restingrido de sociedad y uno confuso de aislamiento, similar al que ejercen aquellos que utilizan livianamente el concepto de marginalidad. El encierro legal es un componente social importante, un componente que nos quiere hacer creer que los peores de nosotros están separados.
– “El funcionamiento de nuestras cárceles vuelve necesaria la existencia de buzones” tampoco es estrictamente cierto. Sin llegar a considerar argumentos abolicionistas, si las cárceles funcionaran de otra manera la existencia de buzones se relativizaría.
– “Sin la posibilidad de aislar a personas o grupos que se odian, los niveles de violencia intramuros serían mucho mayores” es otro enunciado dudoso por varios motivos. Muchos de los que son encerrados en buzones no están allí porque odien a sus compañeros sino porque –al contrario- encuentran junto a sus compañeros modos de cuestionar la institución. También sucede que se trata de personas con las que los mecanismos penitenciarios no pueden tratar adecuadamente, lo que no quiere decir que su funcionamiento social entre compañeros sea nocivo.
Espero que estos comentarios, aunque algo provocativos, nos inviten a un diálogo fructífero.
Mauro: Cursé en la ciudad de Santa Rosa el postítulo de Educación en contextos de encierro con los materiales de Nación. Los materiales con los que estudié eran del 2009. No sé si fuiste vos el que ayudó a confeccionar específicamente los de ese año. Son verdaderamente un lujo.
– Lo que considero clave de tu primer comentario es «la ley dice». El servicio penitenciario federal, que es la institución con la que nuestra escuela tiene que dialogar/lidiar, hace al interior de las cárceles lo que quiere. La excusa de las «cuestiones de seguridad» lleva a que este tipo de cuestiones se manejen como la manejan los patrones de estancia. No es por desconocimiento docente que esto sucede, es porque el retorno a la democracia no modificó el funcionamiento del servicio penitenciario y siguió manteniendo su autoritarismo feroz propio de la dictadura. Cuestiones como el CUD, con instituciones de mucho peso concreto y simbólico, ayuda a pelear esa pulseada en centros urbanos más importantes, pero el peso de las escuelas en centros urbanos más pequeños, con escasa presencia de la universidad u otras instituciones, es mínimo ahí dentro. Entiendo tu punto, pero minimiza la potencia del funcionamiento cotidiano de un penal. Entre lo que la ley dice y lo que sucede efectivamente en los penales hay un abismo.
Por otro lado, existe al interior de la ley un problemón que es considerar, por un lado, a la educación como derecho y, por otro, como parte del «tratamiento». Al tratamiento se accede, tiene puntos, tiene fases, puntaje,etc. Considero que hay un punto problemático ahí, del que se agarran los agentes del servicio. «No baja a educación porque no tiene conducta, la conducta es parte fundamental del tratamiento».
– La idea del texto es mostrar cómo los buzones, a través de un mecanismo de cajas chinas, son producto de la sociedad y no estrictamente de la cárcel como institución. En ese marco sí, tenés razón.
– no comparto tu optimismo en este punto. Considero que las cárceles funcionan exactamente como un muy amplio sector social quiere que funcionen. En ese sentido, no imagino un funcionamiento carcelario distinto en una sociedad sin variaciones.
– Tenés razón en que en muchos casos el buzón es castigo para los que no se callan, los que protestan, los rebeldes. Pero también es cierto que la disputa de poder entre pabellones y al interior de cada pabellón es constante y peligrosa. En más de una ocasión ha quedado sangre en los pasillos de la escuela en la que trabajo por esta causa. La escuela es el punto de encuentro entre gente de pabellones separados que se odian. Si mañana se abren todas las puertas internas creo no generaría una suerte de compañerismo gremial sino más bien mucha violencia. La cuestión, en todo caso, sería desmantelar la violencia.
Saludos.