Buzones

Dentro de la cárcel existen lugares de aislamiento.

Se los llama buzones. Son celdas individuales, alejadas de los pabellones, en las que se encierra por un período de tiempo a las personas castigadas por algún conflicto de disciplina dentro del penal.

Se llaman buzones porque la comida destinada a quien permanece adentro pasa a través de una hendija de la puerta, similar al orificio para meter las cartas de un gran buzón.

Quien está en el buzón no puede ir a clases. La justificación de las faltas es un problema a resolver. Las soluciones son siempre artesanales, variables según el profesor de turno, la etapa del año y factores coyunturales.

El buzón es un lugar lúgubre desde lo concreto y extraño desde lo conceptual. Es un castigo dentro del castigo. Mientras que la cárcel aísla de la sociedad, el buzón aísla de la cárcel, dentro del mismo edificio. El buzón es una especie de puesta en abismo punitiva.

Por otro lado, el funcionamiento de nuestras cárceles vuelve necesaria la existencia de buzones. Sin la posibilidad de aislar a personas o grupos que se odian, los niveles de violencia intramuros serían mucho mayores. El problema, en todo caso, no es el buzón sino la cárcel, porque el funcionamiento de la cárcel genera buzones.

Las cárceles de máxima seguridad, por ejemplo, multiplican la restricciones de movimientos dentro de los penales y las posibilidades de encuentros interpersonales. Casi que apunta a ser un edificio constituido únicamente por celdas buzones.

A la hora de buscar imágenes, se podría pensar en las celdas de aislamiento como urnas en lugar de buzones. Estructuralmente, las urnas son tan parecidas a estas celdas como los buzones. Pero esta comparación no resiste un nivel de análisis más profundo. Se vuelve problemática, de hecho. Aunque legalmente la única libertad que pierde alguien preso es la libertad ambulatoria, a los condenados no se les permite votar.

Otra vez, hay que poner el ojo más arriba. No es la cárcel, sino la sociedad la exige y celebra los buzones.

La cárcel imagina el buzón. La sociedad imagina la cárcel. ¿Quién, entonces, imagina la sociedad?