I

En la biblioteca de un penal de provincia de Buenos Aires hubo un bibliotecario analfabeto. El hombre había memorizado perfectamente el orden de los símbolos que no conocía. Quien venía a buscar un libro debía anotarle el título en un papelito y volver en un rato. En ese breve lapso de tiempo el hombre encontraba cualquier libro.

Tenía la capacidad de trabajar con un código que no entendía. Gracias a esa capacidad conservó el lugar en la biblioteca, que es un buen trabajo dentro de la cárcel.

Todos los días conviviendo con dispositivos a los que puede inventariar y ubicar sin problemas, pero no entender.

II

En medio de la soledad del monte pampeano, un hombre talla la figura de un Cristo crucificado en el tronco de un árbol. Lleva muchos días escondido en ese monte escapando de la policía. La soledad y la ansiedad lo llevan a tallar en el árbol. Nunca tomó clases de arte, sin embargo es escultor y tallador.

Cuando lo arrestan la gente empieza a ir al monte a ver el Cristo tallado. Empiezan a venerar la figura en el árbol. EL dueño del campo, harto de que le salten los alambrados, corta el árbol y lo manda a una iglesia de pueblo. El cura de la iglesia transforma el pedazo de árbol tallado en el altar de misa. Dice que el Cristo estaba adentro de ese tronco, que el artista pudo verlo en su desesperación y lo sacó a la luz.

Al salir de la cárcel, el tallador del Cristo vuelve a su casa, en la localidad de Eduardo Castex, y presenta un proyecto a la municipalidad: la construcción de un parque de dinosaurios. Nada une a Castex con los dinosaurios y nada sabe él acerca de esos bichos, salvo que los puede construir a escala real, con algo de tiempo y un sueldo municipal.

El intendente de aquel entonces le presta atención y lo contrata. Hoy el Parque de la prehistoria es LA atracción de Castex, con estructuras que superan los 15 metros de altura.

III

Cuando en la conversación cotidiana del aula surge alguna cuestión judicial, relacionada con la causa de alguno de los alumnos, pedidos a los jueces, habeas corpus y demás, mis alumnos, que en general no poseen un gran capital cultural, de repente comienzan a desplegar un abanico de conocimientos legales, conocimientos que se desarrollan y discuten desde el oscuro y complejo lenguaje judicial. Siempre me dejan en silencio, no sé de lo que hablan, no sé qué están diciendo. Alguna vez he preguntado y entonces ellos, siempre muy amablemente, se esfuerzan por explicarme los intrincados procesos judiciales en palabras que manejo, orgullosos de cambiar de lugar y ser ellos los que me enseñan.

Les hago entender que su conocimiento sobre cuestiones judiciales es muy profundo en comparación con la mayoría de las personas que no estudiamos el tema ni vivimos en la situación en la que ellos están,  y les pongo en frente la universidad como posibilidad concreta de continuar con sus estudios. Muy rara vez aparece en su horizonte. El objetivo central de su educación sigue siendo terminar el secundario y pedir el estímulo educativo. Para hacerlo manejan tres registros: El propiamente escolar, el judicial y el carcerlario. Yo solo manejo uno, soy profesor de un registro y alumno de los dos restantes.