En su libro Deuda y literatura (Club Hem;2017), Omar Chauvié rastrea un
origen temporal común para las dos instituciones nacionales que conforman el título del libro:
En 1824 se publica La lira argentina o Colección de las piezas poéticas dadas
a luz en Buenos Ayres durante la guerra de su independencia, es la primera
antología de poemas del país emancipado, versos con filo cargados de
diatribas contra imperios y tiranos. El primero de julio de ese año, el ministro
de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, Bernardino de la Trinidad
González de Rivadavia y Rodríguez de Rivadavia, inicia un ciclo de
endeudamiento al pactar un empréstito con la compañía británica Baring
Brothers por la suma de 1.000.000 de libras esterlinas, un crédito que se paga
unas catorce veces a lo largo del siglo. El capital de la deuda se cancela recién
en 1904 y el total de los intereses, durante el primer peronismo.
En la cárcel existe una relación inmediata, literal, entre deuda y literatura.
Los presos deben, por eso están en la cárcel, Pagan con el cuerpo aquellos
que no tienen plata. Por eso todos los presos son pobres.
Deben también la escuela, que es obligatoria.
Podrían, claro, volver a utilizar el argumento de que el Estado les debe muchas cosas desde hace mucho tiempo y que esa deuda desencadenó la otra. Pero en el juicio, ese argumento carece de peso.
Deben años, deben materias, deben literatura de cuarto.
Hay analfabetos totales y funcionales en la cárcel.
Y ahí están los libros, adentro, quizá por primera vez como el odontólogo
o las psicólogas. Y una promesa: si terminás un nivel de educación formal, te adelantamos unos meses el acceso a la libertad condicional o la salida
transitoria. Y entonces van, en principio como contraprestación para renegociar la deuda.
Los alumnos del penal sienten que tienen una deuda literaria pendiente: Hay
que leer el Martín Fierro. A la literatura también le deben, quieren pagar esa
deuda adentro. Entonces leemos Martín Fierro para saldar cuentas con la
Literatura Nacional.
De vez en cuando dos presos usan el espacio de la escuela para ajustar
cuentas. La escuela se ofrece sin querer como espacio de encuentro para que
gente de pabellones distintos se arreglarse a las puñaladas. A veces esa clase de deudas también se arreglan en la escuela.
A pesar de pagar en la cárcel su deuda con la sociedad, al salir le
hacen sentir que sigue debiendo. No encuentra trabajo, no puede formar parte. Y si no consigue una solución a esa situación, eventualmente contraerá una nueva deuda, que en realidad es la misma. Y deberá volver para pagarla.
Y ahí la sociedad se cobrará dos veces la misma deuda
Y un organismo de crédito internacional nos cobrará varias veces la misma deuda a libres y presos.
La metadeuda que genera las demás, las visibles, las cobrables.
No hay autonomía, no hay emancipación posible en esos términos.