VIAGRA

Mi primer trabajo fue como vendedor de sildenafil. Los armarios de mis padres que son médicos, estaban abarrotados de esta droga de diferentes laboratorios, marcas, dosis y comprimidos. Todo eso no se usaba, tal vez algún paciente lo recibía pero siempre aumentaba la cantidad de viagra (aunque no había marca viagra) en los armarios. Yo tampoco los iba a usar, porque todavía no tenía relaciones sexuales, apenas tenía 15 años. Sin embargo probé sildenafil 25 mg, que es la mitad del producto convencional más allá de que ahora lo venden por 100 mg. La droga no causa efecto si no te calentás, podés pasar al frente en el aula y nadie lo va a notar. Pero si justo te dio un beso la chica que te gusta, todos reirán mientras escribes con tiza en el pizarrón.

Por eso decidí reclutar cajas de diferentes marcas de sildenafil. Fue un trabajo arduo que implicó cierta organización y selección, mirando las fechas de vencimiento en cada caja y que lógicamente, los productos estén adentro. También tenía la facilidad de que los consultorios quedaban en mi casa, no tenía que conseguir una llave ni ir a ningún lado a buscarlas. Una vez en el consultorio de mi padre vi a uno de mis compradores y nos sonrojamos los dos. Después de unos fuertes latidos, no solo me tranquilicé, sino que le seguí vendiendo al paciente de mi papá que evidentemente no se animaba a pedirle muestras gratis a mi viejo.

buenos_viagras@yahoo.com.ar era la casilla que me había creado para trabajar en este oficio. Claramente, no tenía noción de lo que estaba haciendo. Cada caja decía “muestras gratis” y apenas venían dos comprimidos. En aquel momento del año 2002, no había redes sociales como ahora, pero había un chat específico para bahienses en una plataforma que se llamaba “Mirc”. Allí los ofrecía a aquellos que afirmaban después del alias, tener más de 50. Mi idea era que los mayores de esa edad precisaban de una erección para tener relaciones y no sabía que muchas personas jóvenes lo tomaban. Ahora es un producto de venta libre sin receta, no recuerdo si antes se precisaba la firma del médico o si me compraban por el hecho de la vergüenza de ir a la farmacia a comprarlo.

Cada marca tenía su precio de acuerdo a si el laboratorio era conocido y si venía en comprimidos sólidos o masticables. También de acuerdo a la dosis. Con estas personas que estaban interesadas en el producto, nos encontrábamos en alguna esquina o incluso alguna vez me metí en un auto, y el chofer me empezó a halagar, a verme con otros ojos y me pidió que cierre la puerta. Para mí seuía siendo parte de la transacción, pero el señor no sólo quería el producto, sino que quería probarlo conmigo. Después de acariciarme los brazos y de sonreírme, le dije que por esta vez no se los cobraba y salí del auto corriendo. Logré hacer buen cantidad de dinero pero el negocio se terminó. Y comenzaron otros más turbios.