Chica decente
… en un descampado,
una joven soñadora,
recatada, sensible y estudiosa.
No andaba metida en las drogas
ni salía de noche.
Espero que no se enteren
de esa vez que fumé porro
en la habitación de mi novio
y de que me encantó la experiencia
de tener sexo drogada.
Espero que no descubran
que me encanta coger a lo bruto,
a los gritos, a los golpes.
Que me gusta que me diga “puta”
y que me agarre del pelo.
Espero que no encuentren esas fotos,
esas que subo de vez en cuando,
con poca ropa, ajustada.
Con el delineado negro y la boca
pintada de rojo.
Que idiota.
Las fotos en ropa interior lo van a justificar.
Es que me sentía bien y ese conjunto
se veía lindo en mi cuerpo herido
por mi propio odio.
Espero no haber sido
lo suficientemente voluptuosa
como para rozar lo provocativo
y ser leña para el fuego de ese animal
que desea con locura alimentarse.
¿Qué harán?
¿Qué dirán?
¿En qué rasgo de mi vida se fijarán?
¿Van a revolver con sus manos mi intimidad?
¿Van a destrozar mi sexualidad?
¿Van a deformar mis gustos?
¿Van a quitarme un poco de ropa?
¿Van a volver mi vida pan y circo?
Sí.
Sí.
Sí.
Sí.
Sí.
Mi cuerpo,
hecho juguete de prensa,
va a ser territorio de guerra
donde hombres y mujeres
me van a despedazar en vivo.
Y cada pedazo de mí,
como el cuerpo de esa mujer,
va a atravesar todo el pueblo;
unos dirán que fui una yegua,
otros me tendrán como santa.
Y ustedes, van a estar mirando
a mi mamá desconsolada,
porque así es como debe verse una madre,
mientras el mate y las palabras
van y vienen sobre la mesa:
Era una chica decente.
Pero,
la mataron.
Algo habrá hecho.
Epílogo (María Elena Walsh)
Cuando los buitres te dejen tranquila
y huyas de las estampas y el ultraje
empezaremos a saber quién fuiste.
