Desvía tu rumbo, intrépido navegante,
hacia las costas de mi isla
con frutos y abundancia
ansía tu llegada.
Mi templo a tu disposición, te recibiré
con ritos de hospitalidad y delicias
tu boca exclamará, yo disfrutaré
atenta, complaciente.
Explora con libertad, no temas
dañar su naturaleza es imposible
que tus manos guerreras
con su dulzura la maten.
Tu cuerpo rodeado de fuego
abrasador, imparable, te expandes
conquistas hasta lo más recóndito
lo iluminas con tu ardor.
Como flechas encendidas clavándose
en mi cuerpo extendiendo su calor
haciéndome temblar entre tus brazos
una niña buscando amparo.
No temo al dolor de tu alma perdida
en las aguas turbias de tus recuerdos
sumerjo mis manos, tomo tu vida,
hundo el puñal en mi pecho.