Hoy es un día lleno de cosas. Primero desayuno con mi amigo D., que viene de levantarse a las cinco para hacer la primera mañana de la radio. Le doy su regalo de cumpleaños. Para tener más tiempo con él, le pido a mi analista hacer sesión virtual. Algo que odio, pero ver a mi amigo mata diván. Después, directo a una reunión en la que me dan una mala noticia, en la que es muy difícil explicar los tiempos del mercado editorial a alguien que no viene de ese mundo y está acostumbrado a que las cosas se hagan ya para el bien del pueblo. Una reunión, en la que se cae dos veces la foto de un muerto y yo no logro descifrar qué nos querrá decir, en la que me ponen un apodo fabuloso. De ahí, de vuelta a casa, apenas un rato en el que puedo almorzar, casi a la hora de la merienda. Estoy poética, pero hacia adentro. Cómo explicarlo: si pienso que le estoy haciendo un poema a alguien como en mi acción Te hago un poema, me sale sin problemas. Enseguida me voy a lo de A. a trabajar en su segundo libro y, de ahí, directo al concierto del Cuarteto Divergente. Lloro. Estoy radicalmente hipersensible.