Sociedad

Su derecho, nuestra obligación: integración de las personas con discapacidad en la Universidad Nacional de La Matanza

La casa de altos estudios firmó un convenio de cooperación con la Agencia Nacional de Discapacidad, y trabaja en adaptaciones y herramientas para permitir a personas con diversidad funcional profesionalizarse. Un graduado relata su experiencia como estudiante hace más de veinte años, y alumnos actuales revelan cómo sienten que son recibidos, y qué desafíos encuentran.

Los estudios de radio y televisión están en el primer piso de un edificio hacia el costado de la Universidad Nacional de La Matanza. Hace unos veinte años, un estudiante en silla de ruedas tenía que ser subido por las escaleras. Hoy, hay un ascensor con botones en braille y una voz que anuncia dónde se detiene.

En 2023, la casa de altos estudios firmó un convenio de cooperación con la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) con el fin de adecuar prácticas y acompañar trayectorias educativas para garantizar “la inclusión de la discapacidad en el hacer universitario”, según comentaba la noticia, en su momento.

“¿Falta mucho? Sí, pero también se avanzó mucho”, explicó la docente Patricia Recine, referente de discapacidad en el Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional de La Matanza. Hace años que da un anuncio especial en la primera clase del Taller de Gráfica, Radio y Televisión, invitando a los nuevos alumnos a acercarse a la cátedra para notificar las adecuaciones que podrían necesitar para acceder al contenido de la materia.

La ley de Educación Superior N°24.521/95 se modificó en 2002 para incorporar la responsabilidad y el compromiso del Estado a implementar políticas progresivas para asegurar el derecho a la educación a estudiantes con discapacidad. Sin embargo, la comunicadora señala: “La mayoría de los docentes no sabe por dónde empezar, o cree que no tiene la obligación, pero la verdad es que los ajustes no son para ayudar al estudiante, sino que son su derecho, y, por tanto, nuestra obligación”.

En 2015, la Organización de las Naciones Unidas propuso un nuevo símbolo para la accesibilidad, uno que no limitara la discapacidad a una silla de ruedas.

Avances

En la redacción del periódico digital de la universidad, El1, un graduado de la casa escribe con el grabador de periodista sobre la mesa. Pide que le envíen fotos y videos para acompañar las notas, aunque se reserva contar que no podría publicar los materiales él mismo por su ceguera. Se trata de Adrián Páez, quien se reía al contar que una vez aceptó la invitación de conducir el vehículo de los bomberos voluntarios: “Al final mandamos a otro, pero en principio le dije que sí”.

“Yo empecé la carrera en el año ‘98, y con todos los miedos del mundo- recordó el Licenciado en Comunicación Social-, pero, para empezar, formé un muy buen grupo de compañeros en el primer año, tuve una buena predisposición de las autoridades de la universidad, que me preguntaban lo que necesitaba, y, con la ayuda del Centro de Estudiantes de aquel momento, se fundó lo que hoy es la Biblioteca Parlante”.

La Biblioteca Parlante es un proyecto mediante el cual voluntarios graban los textos que los estudiantes de distintas carreras necesitan. Los audios permiten, así, que las personas con ceguera escuchen lo que otros alumnos leen en PDF o en fotocopias. La propuesta facilita lo que el comunicador lograba gracias a los casettes que le grababan sus compañeros.

“La tecnología está ayudando mucho-destacó-, y gracias a ella, hoy puedo trabajar a la par de mis compañeros, incluso con mis limitaciones”. De hecho, el periodista recuerda que, cuando comenzó la carrera, quería trabajar en una radio o en un canal de televisión. “Jamás habría pensado que estaría haciendo lo que estoy haciendo ahora”, añadió.

Páez también contó que el estudiante en silla de ruedas que debía ser subido por las escaleras era compañero suyo: “Nosotros hacíamos bromas: yo lo llevaba, y cuando la gente se ponía delante, él decía ‘él no ve, pero yo sí veo, así que permiso’”.

Adaptación

Hoy, las personas en sillas de ruedas pueden acceder a los estudios de radio y televisión por el ascensor. También al comedor, que no estaba cuando Páez era alumno. Allí, en una de las muchas mesas, la estudiante de Periodismo Victoria Cetera sintetizó: “La verdad es que la Universidad fue uno de los primeros lugares donde realmente sentí una inclusión real”.

“Es un lugar donde abrazan sin mirar a quién, donde quien quiera venir es bienvenido… es una aguja en un pajar”, resumió la autora de Donde siempre regreso y Lo que nunca llegué a decirte, tras lo cual desarrolló: “Para mí es muy impactante cuando tenés una Argentina tan desunida, con gente que mira, pero no ve, encontrar un lugar así, donde te ven como persona, con tu nombre, y donde se dirigen a vos, que son cosas que muchas veces en la sociedad cuesta”.

Por supuesto, la buena adaptación de la institución no significa que sea perfecta. Victoria, que tiene cuadriplejia espástica secundaria a parálisis cerebral, señaló que los estacionamientos para personas con discapacidad tienen la misma anchura que el estacionamiento normal, lo cual no permite abrir la puerta del auto y acomodar la silla de ruedas, y que últimamente los baños de discapacidad estaban sucios. “Es un lugar que debería estar super limpio, como cualquier otro baño-explicó-, más aún porque a veces uno se tiene que apoyar o tocar la superficie, y lamentablemente ahora veo que hay más dejadez”.

De todas formas, la escritora aclaró: “Sé que bienestar nunca deja de estar abierto, y que, si necesito algo el día de mañana, lo tomarían”. Respecto a los profesores, definió su trato como “humano”, ya que, según relató, “nunca tuvieron problema ni vieron una dificultad, siempre me incentivaron y me trataron como una estudiante que podía dar un poco más”.

De hecho, la estudiante recordó una clase en que debía presentar un comentario radiofónico que no había llegado a preparar. Estaba nerviosa, aunque quizá no tanto como el resto de sus compañeros. Cuando pidió a los profesores una semana más, su respuesta fue contundente: “Nunca te vamos a cubrir, nunca te vamos a separar del resto, porque sabemos que lo podés hacer”. Con ello, Victoria concluyó que se sentía con “mucha suerte” por tener profesores que la sostienen y la acompañan.

Discapacidades invisibles

Thiago Pereyra es otro alumno de la misma carrera. Tiene dislexia y déficit de atención, y comparte con su futura colega la misma observación acerca de los profesores de los Talleres de Radio, Gráfica y Televisión: “Me recibieron muy, muy bien, y fueron verdaderamente incluyentes y comprensivos”.

Sin embargo, en cuanto al resto de profesores de la carrera, reconoció no haberse sentido cómodo, y, con ello, haberse encontrado desmotivado. “Me acuerdo de estar totalmente abrumado con una profesora que sabe muchísimo-resaltó-, pero que iba tan rápido que tuve que dejar la materia”.

“Lo que tiene el déficit de atención es que, por más que uno sepa que tiene que sentarse porque quedan pocos días, no puede”, explicó el futuro periodista, y añadió: «No es que mi cerebro está mal, sino que es distinto”. Por esta razón, a lo largo de los años, el futuro periodista, con ayuda de su madre, ha adquirido técnicas diversas para concentrarse en las sesiones de estudio, para comprender conceptos, y también para demostrar lo que sabe.

Debido a su diagnóstico, a veces le cuesta “un poquito” expresarse por escrito, por lo cual algunos profesores le han ofrecido rendir los parciales de forma oral. En estas instancias, Pereyra comentó que suele necesitar que los docentes le digan por dónde empezar para lograr explayarse. “No es que no entiendo las cosas, sino que yo estudio el doble, me esfuerzo el doble, estoy horas y madrugadas enteras, y por eso me da mucha impotencia no poder plasmar lo que sé”, relató.

¿Y si tuviera que cambiar algo? Primeramente, el tamaño de las sillas, que resultan muy pequeñas, y luego, que algunos profesores “estén más predispuestos, o que den a los alumnos la opción de expresarse y entender a su manera”.

Desafíos que persisten

Franco no ve. Antes de entrar a la universidad, con la mano sobre el hombro de su hermano, arruga la nariz ante el olor de la torta parrilla cocinándose junto a él. Cuando el pitido del semáforo anuncia que pueden cruzar la calle, se detienen los bocinazos y comienzan los trotes. Al pasar entre las columnas estilo griegas de la institución, lo aturde el sonido del escalón de chapa en el suelo. Unos pasos más adelante, curiosea la información que reciben los hombres de seguridad por la radio.

Si alguien sabe de los avances de la tecnología, ese es el estudiante de Periodismo y Comunicación Social Franco Jara, que, 21 años después de la graduación de Páez, ya no tiene que escuchar los apuntes por casettes, ni debe asistir a las clases con un grabador de periodista. En cambio, lleva su computadora y su par de auriculares para tomar apuntes, escuchar la lectura de textos que ofrecen algunos programas e incluso realizar los exámenes desde su pupitre para entregarlos por correo electrónico.

Esta modalidad no parece tan fácil de aceptar para algunos docentes de la carrera, algo que Thiago ya advirtió en lo que va de su segundo año. “Me genera dudas la forma en que proponés dar el examen”, le había enviado a Jara por mensajería la titular de cátedra de una de las materias de tercer año, quien preguntó: “¿Cómo constato que no estás escuchando textos en audio para hacer el examen?”

Al igual que Páez no suele revelar su condición a sus fuentes, el casi periodista recuerda que, cuando realizaba el curso de ingreso a distancia, había decidido no decirles a dos de los profesores que era ciego. “Sentía que me iban a tratar diferente-explicó-, pero en una de las materias sí necesitaba adaptaciones, entonces a ellas sí les dije, y aun así no tuve ninguna adaptación”.

En otra ocasión, las profesoras de Inglés I no creían que pudiera rendir la parte oral de la evaluación, porque una chica con ceguera que había cursado el cuatrimestre anterior no había logrado configurar el lector de pantalla de la computadora con la correcta pronunciación del idioma.

“Yo pienso que hay un preconcepto establecido sobre cómo son los alumnos ciegos y nos ponen a todos en la misma bolsa, sin pensar que puede haber diferencias, sin pensar que la tecnología avanzó, o que puedo hacer un examen oral de inglés sin que me cueste, pero es encontrar las herramientas y explicarles a los profesores cómo tienen que adecuarse para eso, aunque conmigo no es ninguna adecuación, porque sé poner el lector en inglés y me tienen que tomar el oral como al resto”, denunció.

De manera similar, los estudiantes con discapacidad visual deben cursar Computación Transversal en una comisión separada del resto. “Eso me molesta-aseveró-, porque una cosa es que ustedes lean sobre accesibilidad obligatoriamente en la teoría y otra cosa es ver al chico ciego que lo está haciendo en todos los trabajos que ustedes también tienen que hacer”.

A pesar de estas situaciones, Franco destacó sobre los profesores que hasta ahora “todos estuvieron abiertos a escuchar y aprender sobre qué adecuaciones tienen que realizar” para la cursada. También añadió: “Para muchos, yo fui su primer alumno con discapacidad visual, y siempre estoy abierto a responder cualquier pregunta porque así es la única forma de garantizar que sepan cómo actuar cuando se encuentren con otro estudiante con discapacidad”.

La salida de Franco de un aula de cursada comienza con desplegar el bastón guía, y sigue con algún docente o compañero ofreciéndose a acompañarlo. Para muchos de ellos, Franco también es la primera persona ciega con la que han trabajado. El estudiante resalta, además, que ha estado recibiendo encuestas de los voluntarios de la Biblioteca Sonora para mejorar la calidad del servicio, lo cual, según identifica, demuestra las intenciones de la casa de altos estudios.

Un hombro lo guía hacia el pasillo, donde espera alguien de su familia – a veces su hermano, a veces su mamá. El familiar saluda al acompañante temporal, quien, tras despedir a los Jara, vuelve al aula para continuar con sus cosas. La escena hace que la conclusión de Franco parezca bastante acertada: “Al final, todos somos parte de la inclusión en la universidad”.

Por Francesca Amparo Di Benedetto. 29 de julio de 2025.

Fran Di Benedetto

Estudio Periodismo y Comunicación Social :)

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