De nuevo aquí, en este lugar tan extraño.
Un hogar físicamente poblado, pero espiritualmente vacío.
Suenan aquellos sonidos de descanso de la población de este lugar, mientras que me sumerjo cada vez más en las aguas tintadas de negro en el que trozos grandes de tela navegan dentro de ella.
Nadie puede ver la Tempestad que hay allí, son como ríos de agua viva que poco a poco expande más y más su mover.
Es un día mas, como cualquier otro, día en el que las familias se reúnen, alegría conmueve sus corazones, y se acude a la presencia del altísimo.
Pero nada de eso ocurre aquí.
Es como si la divinidad viera desde lejos todo, y no hiciera nada, simplemente observa.
Hasta que finalmente caigo, y aquel ente misericordioso me devuelve mis fuerzas.
Solo queda agradecer y no encapricharme por el descanso que tengo.
En estos días de aflicción solo voy a esperar que acabe la Tempestad, que acabe el Martirio, que acabe este Día.