Dedicado a Juan Fleita
Fue justamente recursando una materia en la carrera X que comenzó a elaborarse esta respuesta, la mía en particular y también la respuesta de quienes por X circunstancias llevaron alguna vez la etiqueta de recursantes, y el paso del tiempo junto a la presión social, sin más, vino a tildarlos con el mote de crónicos.
Fue de la mano de una docente un toque deconstruida que vino la idea. Fue tipo: «que tal si los recursantes nos ayudan a los docentes a orientar a los nuevitos en la vida universitaria». En esa frase, que no fue tal cual coloqué renglones arriba, estaba implícito un cambio de perspectiva inmenso: ¿docentes y alumnos juntos, ayudando con sus conocimientos a otros?… Incluso en este proyecto se proponía una nueva etiqueta que remplazaría a aquella tan cargada de significados negativos. Ya no recuerdo bien el término propuesto por la docente pero podría haber sido algo como: guía áulico, consejero o ayudante estudiantil. Ayudantes estudiantiles calificados por los años y la experiencia.
Los beneficios eran muchos para quien calificara para entrar en ese pequeño programa: no habría que realizar trabajos prácticos que ya habíamos aprobado con creces años anteriores, ni parciales (siempre y cuando se acreditara haberlos aprobado antes). Sólo transitaríamos el cursado dando una mano a los nuevos en lo académico y con el aporte de nuestras experiencias personales en la carrera y la vida universitaria. De ese modo esperaríamos los finales sin aquella presión extra y el dejavù de presenciar clases ya vividas. Era genial por donde se lo mirara.
Y era verdad. Tantas veces bromeando, con amigos tan crónicos como yo, decíamos tener más conocimiento acumulado que los mismos profesores. Eramos verdaderas bibliotecas humanas. Cuántos planes de estudios presenciamos, cuántos profesores vimos, cuántos programas de examen pasaron por nuestras manos, cuántas generaciones de caritasreciensalidasdelasecundaria vimos pasar con la espectativa por las nubes sin saber qué futuro les aguardaba. Algunos firmes en sus metas avanzaban sin problemas, otros se sumaban a nuestra ronda donde el sarcasmo nunca estaba ausente. ¡Qué Grandes épocas!
Después abandoné y me cambié de carrera. Me propuse no ser más un recursante. Empecé con el pie derecho ahuyentando con esfuerzo la dispersión que sin embargo todavía me acompaña. Pero no, no me privé de ver a los quedados, los demorones, en fin: los recursantes… Aquel rincón era magnético «como los fondos de un algibe» diría el gran Abelardo Castillo. Contrario a las actitudes que tenían ciertos compañeros que miraban con recelo a «los otros» (como en la serie Lost), y se alejaban y trataban de no tratar con esa gente de menor nivel académico, yo quería sambuyirme devuelta en ese micromundo. Y lo hice y no me arrepiento. Conocí nuevas historias, nuevas vidas, gente realmente interesante con sueños altos y compromiso real. Yo no ahondé en porqués. Sé que son tantas las causas como las personas. Seguí avanzando y sambuyendome, y puedo decir que los mejores consejos y las mejores anécdotas las conseguí en ese grupito tan genial.
Ahora estoy a una materia de recibirme y siento esa sensación de no sé qué en el estómago. Hace un tiempo ya que Soledad Acuña sintetizó el pensamiento de muchos de esos q viven ejerciendo presión para encorsetar a la gente en un trabajo y en una familia tipo con mas obligaciones y tabús que neuronas.
A las «orejas de burro», «repitente», «recursante» y «crónico», se suma según Acuña: «docente». El pecado de ser docente, trabajar 4 horas, fracasar en otras carreras y elegir la docencia (me recuerda a caer en la educación publica) ¿? Me pregunto si los que fracasan año a año en la política fueron exitosos en sus carreras, sean cuales hayan sido. Imagino que un licenciado en ciencias políticas debería destacarse del resto. No sé… Además ¿cuán loable es la carrera política? La política de Soledad Acuña es claramente una ofensa para la antigua política romana. Ahora ¿y la docencia? Docencia como la de esa profesora que vino con la idea de cambiar una realidad… Es de admirar.
Crónicos y docentes juntos en la lucha contra la estupidez. El peor despilfarro es vivir sin sueños.