ADVERTENCIA: este humilde comentario/reseña tiene SPOILERS, pero antes de que aparezcan, avisaré. Así que, si aún no la viste o si estas dudando en ir a verla, sentite libre de leer la primera parte.

Hace pocos días fue el estreno de The Batman, dirigida por Matt Reeves. El hype que giraba en torno a ella era muy grande, y muchxs la esperaban desde que apareció ese teaser mítico en plena pandemia del 20. Yo soy uno; quedé hipnotizado con la paleta de colores, la banda sonora con Something in the Way de Nirvana y la escena final, de la conversación entre el Riddler y Batman con la frase «vos también formas parte de esto». El montaje oscuro, épico y las expresiones tortuosas del gran Robert Pattinson – que recordaban a Cesar el sonámbulo de El gabinete del Dr. Caligari (1920) – me habían erizado la piel. Fue un largo tiempo de espera, y a pesar de que personalmente no soy un adepto de los comics o las películas de superhéroes, -exceptuando casos especiales como Watchmen, The Raven (1994) o las primeras dos partes de la trilogía de Nolan, – esperaba encontrarme la película de la década dentro del género. Un clásico tan memorable como The Dark Knight. El resultado estuvo lejos de lo esperado, y en casi todos sentidos, fue mejor. Y es que, estar tan alejada de una trama épica de superhéroes convencional, es uno de los factores que convierten a The Batman en una obra maestra.

UNA AMBIENTACIÓN GÓTICA Y DECADENTE

Muy lejos del género y más arraigado a la raíz noir que inspiró a Matt Reeves, ya desde las escenas iniciales el film va a poseer una paleta oscura de colores fundamentalmente rojiza y negra, comparada por varixs a Se7en de David Fincher. Ésta destila los tonos de una Gotham que realmente hace honor a su nombre, desde su arquitectura y climas lluviosos hasta el caos, la crisis socioeconómica y el dolor que oprime a sus habitantes. La ciudad se siente y construye como un personaje más en la historia, y los conflictos sociales -como suele ocurrir en Batman- son uno de los ejes centrales que componen la narrativa. Esto se expresa no sólo a través de la trama, sino de manera visual, en una tensión y miedo que no dejan de crecer en las tres horas de duración. Existen pocos planos de la ciudad completa en sí; la mayoría del film transcurre en espacios cerrados, y aún en las escenas en las que no es el caso, existe una sensación permanente de claustrofobia, de un submundo de horror realista del cual es imposible salir, en el que cualquiera puede ser víctima de la violencia humana.

De igual manera que en otras adaptaciones de Batman, la música es sumamente memorable y cumple un papel fundamental a la hora de expresar en su propio lenguaje a la historia y la composición de lxs personajes. Los leitmotiv creados por Michael Giacchino transmiten la ira de Batman -apodado Venganza- y el terror que genera en los criminales. Sin embargo, acá hay una gran diferencia: si bien tanto la música principal de Danny Elfman como la de Hans Zimmer en previas versiones mostraban la fortaleza del caballero oscuro, dando lugar a una versión más épica o cercana a la criatura nocturna y el símbolo o ideal que Bruce Wayne buscaba encarnar en su alter ego, en el caso de Giacchino es distinto. Así como Batman y Bruce Wayne no son dos caras diferentes en la película, a la par del leitmotiv van a emerger melodías de un estilo más romántico que entreverán no solo las heridas de Batman, sino la sensibilidad de éste ante los conflictos morales que se le interponen. Por otro lado, el tema del Riddler -cuyo motivo está basado en el Ave María de Franz Schubert- genera escalofríos desde la primera escena en que suena y va a montar su figura de a momentos bíblica y zodiacal -en términos criminalísticos-, que viene a traer el juicio final a la ciudad corrupta de Gotham.

EL PULSO NOIR DE UNA REALIDAD

No solo es a través de la estética que The Batman va a nutrirse del cine negro; el pulso de la película va a caminar de la mano del carácter policial y sobre todo detectivesco – a mi escaso entender fiel al comic- que tiene. El dúo detectivesco Gordon-Batman funciona como pareja principal que investiga los crímenes del Riddler, y la figura de Catwoman emerge como una aliada clave, desarmando a la Femme Fatale estereotipada del cine negro. La acción está presente y brinda momentos fascinantes, pero en ningún momento cede a la hipérbole o la exageración; está dotada de un realismo cutre y decadente en el mejor de los sentidos, muy alejado a la épica criminal de The Dark Knight de Nolan. Lo mismo ocurre con los diálogos; son fundamentalmente directos dentro de un dialecto cotidiano y no suenan excesivamente literarios (este tópico voy a profundizarlo más adelante).

La película va a retratar a través de conflictos, corrupción e investigaciones la naturaleza humana y falible de los personajes, sobre todo de Batman. La excelente interpretación de Pattinson, no sólo en varias escenas expresa a la perfección el dolor del personaje sin una palabra, sino que además brinda la visión más humana del héroe hasta la fecha, perturbado por los conceptos de justicia y la moral, bastante alejado de la doble vida de vigilante-playboy que se ha visto en otras historias. El en todo momento es Batman y su personaje, se siente más real que un ideal de superhéroe. Se siente real en el precio de sostener su vida de vigilante nocturno; en la manera que la máscara de su verdadera identidad lo consume. Con esto no quiero pretendo criticar en forma negativa otras versiones, nada más lejano. Yo adoro la visión épica de Nolan, pero este enfoque se siente emocionante desde otro lugar, contemporáneo y encarnando con mayor fuerza una crítica de los medios de comunicación y cómo funciona el poder. Resultan dos visiones diferentes, ambas con su propia maestría por lo que no hay un punto de competición, sino de referencia.

LO NO SOLEMNE

Es en este punto que quiero destacar, antes de entrar específicamente en algunas escenas, que The Batman tiene una estética no solemne, que va a ser la clave de su estilo y de la manera de construir su realismo noir. La acción, como mencioné previamente, es excesivamente real. Batman pelea como una bestia, desbordado de ira y, aun así, no sale sin heridas de ningún combate. Es claro que no es un intocable, ni una especie de superhombre invencible. Además, más allá de la ciudad, los personajes principales de la película, van a formar parte de esto. Las herramientas de Batman, desde la capa voladora hasta el batimóvil, lejos de ser súper desarrolladas, se asemejan más al concepto de DIY o hazlo tú mismo. El pingüino está mucho más cerca de ser el Al Capone de De Niro, que la interpretación monstruosa de Danny Devito. Lo mismo en una escala más profunda pasa con el Riddler, de lo cual voy a hablar a continuación.

SPOILERS ADELANTE

A diferencia del Joker de Ledger, el Riddler -que desde los trailers y el marketing vendría a ser el villano principal- no es un líder anarquista millonario que representa una suerte de ideal caótico, cuya pelea con Batman termina siendo un símbolo de una lucha entre el bien y el mal. Si bien los trailers parecían apuntar a esto, a medida que vamos avanzando la figura del Riddler, a la par de Batman, va perdiendo su enigma y su costado más divino -similar a lo que ocurre en Saw (2004)– para demostrar que la patología y el dolor del Riddler no están romantizados a una escala hiperbólica -insisto que esto no es una valoración positiva ni negativa- como los del Joker. Porque la visión y el efecto que se busca es otro. Más que símbolos y un entretenimiento menos crudo, la película te parte la cabeza como se la parten a Mitchell, el candidato a alcalde. Así no más y sin filtro, con una paleta para colocar alfombras. El bien y el mal van a estar presentes en todos los personajes del film. Y en este caso, Edward Nashton, es un contador, un huérfano que no tuvo las mismas condiciones socioeconómicas ni contención alguna para afrontar su orfandad, a diferencia de Bruce Wayne. Sometido a toda clase de abusos, va a inspirarse en la idea de justicia por mano propia y venganza de Batman, hasta convertirse en un streamer que asesina y tortura políticos corruptos en vivo. Y no va a estar sólo; la propia necesidad y miseria de la gente va a llevar a que un grupo de extremistas lo elija como líder. Y lo increíble de esto es que, si mañana apareciese en las noticias como un caso estadounidense, no sería algo impensable, considerando la legalidad de la portación de armas y el nivel de violencia social. La charla confesional en Arkham, lejos de ser el arquetípico encuentro final entre héroe y villano que se guarda un as final bajo la manga, termina de humanizar a Edward, revelando su pasado e inclusive su capacidad de errar, al no reconocer que Batman no estaba de su lado en su forma de querer acabar con la injusticia de Gotham y que, en realidad, éste era Bruce Wayne, su víctima más importante. Cuando Riddler ya no tiene su máscara, pierde el misticismo y el enigma que rodeaban a su figura para dar lugar a lo que genuinamente es: una víctima de una cadena de odio, el producto de un sistema desigual. La imagen desgarradora que describe en Arkham sobre las ratas mordiendo sus pies en el orfanato, cierra el ciclo de la metáfora política corrupta que aparecen en distintas formas a lo largo de la película; seres que habitan cloacas, repletos de podredumbre devorándolo todo sin siquiera ellos mismos como límite. No es casualidad, que sea a través de ellas que construya uno de sus instrumentos de tortura, para transmitir el horror que él tuvo que pasar. El propio formato de la charla y la forma en que muestran su ira, o los niveles exacerbados de violencia no permiten romantizar su figura como si se tratase de un monstruo mitológico. Como ocurre en Joker (2019) se trata de nada más ni nada menos que un otro cuyo génesis da sentido sin justificar a los horrores que cometió.

Una otredad, una mal llamada monstruosidad que no es el enemigo.

Entonces, (si es que realmente es necesario hablar en dualidades binarias como héroe-villano) resulta realmente el Riddler, el verdadero villano de la película…?

Yo creo que no. De a momentos, a la manera de Guillermo del Toro, los «monstruos» del film no resultan ser el origen del problema. Y es que Bruce y Edward son en esencia lo mismo, con la diferencia de un sostén económico y una contención; ambos son víctimas del verdadero problema, que es el sistema y la mentira de una democracia no confiable. Sería vano ir al final de esta cadena y creer que el conflicto filosófico que The Batman plantea está anclado solamente a Carmine Falcone y la mafia, aunque en este caso sea el más claro representante del proxenetismo, la misoginia y la crueldad. Reeves pretende ir más lejos y logra llegar a mostrar que los cimientos fundacionales de Gotham no funcionan. Y este no es un problema pueda solucionar un individuo por sí mismo, como un Atlas sosteniendo el peso del mundo a sus espaldas o a través del uso de la violencia -aunque, por otra parte, es curioso que la victoria de Riddler de la última pieza a un replanteo de una nueva fundación, similar a un diluvio bíblico-.

Un héroe que no se convierte en un ideal, un héroe que se humaniza.

A favor de esto está el camino del héroe de Batman, que dista mucho del modelo clásico convencional de Campbell o de las representaciones de las versiones live-action anteriores. Batman no va a matar al Riddler, como hace con Joker en Burton, ni solucionar el conflicto con su propio martirio como en The Dark Knight Rises. Si bien Batman ayuda a Selina Kyle, ella está lejos de ser una damisela en peligro de turno; es una de sus aliadas más importantes y, dicho sea de paso, de a momentos se siente que es tan protagonista de la película como él. Además de buscar pistas y luchar a la par, su historia y el femicidio de su amiga van a dar comienzo al fin de la reclusión de Bruce; va a ser la primera en hacerle ver su error. En salir de su propia cicatriz para ver la de los demás. Alfred es otro caso; Batman no precisa la muerte de su mentor para ascender, para darse cuenta del valor que tiene para él. Para reconocer el valor de los ciudadanos de Gotham y del hombre, a pesar de su naturaleza corruptible. Porque es consciente de que no está sólo. El camino de Batman va a ser un camino de humanización, de dejar de ser el ideal de la venganza personal y la justicia por mano propia para poder aceptar su debilidad, su miedo y de esta manera acercarse a sus seres queridos y a los ciudadanos de gótica para trabajar y sanar el dolor en comunidad, rompiendo el aislamiento individualista. Como una suerte de guía que escucha, más que un justiciero. Otros dos puntos más son fundamentales para esto: el momento de sanar su relación con Alfred, donde ambos redimen sus culpas, y la charla con el Riddler en la Institución de Salud Mental Arkham. Batman, luego de un ataque de ira, comprende finalmente que la obsesión de Edward con él tenía que ver con una admiración e inspiración hacia su figura y no la venganza personal con los Wayne. Es decir que su modelo no generaba en las personas lo que él deseaba; no brindaba seguridad ni justicia, sino que continúa con la cadena del odio. Batman comprende entonces, que tiene que acercarse a la gente; contener y escuchar más que ajusticiar.

Al entender esto, finalmente reconoce que el quizá no pueda acabar con el crimen de forma definitiva; pero si luchar, dar pequeños pasos para que algún día la ciudad no sea un lugar tan hostil para las minorías. Y ahí es donde, deja de ser algo en el camino, como una piedra que no logra contener un maremoto. Ahí es donde comienza ser algo en el camino que se asemeja más a la luz de una bengala sutil, que guía en un mar de tinieblas.