«Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles»
Al entrar a la sala teatral del centro cultural La Panadería lo primero que observamos es un gran cartel, una advertencia: “Toda crítica comienza por la crítica a la religión” K. Marx. Vean, piensen, escuchen con atención, esto es lo que se aproxima; Un escenario que, en penumbras, nos revela en la construcción del espacio escénico, de manera marcada y constante, la marginación y la división de clases: en la periferia, un fuego para muchos y una viuda que llora a su esposo, en el centro, una olla que cocina para pocos y un altar donde casi nadie come el pan que tanto predican. La hipocresía de una institución que, en lugar de defender a quienes son explotadxs por el capital, les estruja el alma de abnegación y culpa mientras las fábricas les exprimen el cuerpo. Podemos ver esto desde un primer momento: lxs obrerxs esperando que abra el matadero, heladxs por el frío, con apenas un fuego para calentarse las manos y una sopa sin sabor para burlar el hambre. Así, la vorágine del tiempo capitalista y su ritmo obsceno se manifiestan en cada escena. La historia muestra la lucha obrera frente a los grandes frigoríficos, ante las gigantescas fábricas que muelen a sus trabajadores hasta hacerlos picadillo, pieza tras pieza, brazos, piernas, memoria. Cuerpos enteros tirados a la trituradora de carne cruda y tiempo robado.
La obra despliega, a su vez, diversos recursos que recuperan muchas de las técnicas así como la estética del teatro brechtiano: actuaciones comprometidas y extraordinariamente construidas, música en vivo, aliteraciones, máscaras y carteles que nos sitúan en el presente y nos recuerdan que aún somos esclavos de estas industrias, aún aprendemos en nuestros cuerpos las lógicas de explotación del sistema. Aún hoy existe, como en aquella época, precarización y hambre.
Pero esperen, no se desanimen. No todo está perdido.
Juana (protagonizada por Celeste Moore) es calor frente a tanto frío mercantilista, símbolo de lucha que abriga ante tanta desesperanza. Juana, mujer de fe, que desea ser puente entre una realidad tan cruda como lo que se carnea en los mataderos y una casa religiosa, la de los Negros Sombreros de Paja, quienes sostienen la lógica del capital en favor de un dios que tiene nombre y apellido: Pierpoint Mauler, empresario, magnate y dueño de los mataderos de Lennox.
Así, caminamos junto a Juana la difícil vía que emprende al creer con ingenuidad que es posible un vínculo justo entre trabajadores y patrones, oprimidxs y opresores. Así también, resulta interesante, en este descenso y exilio que implica ponerse del lado de los oprimidos, el cambio que parece generar Juana en el empresario Mauler, quien poco a poco la escucha y se ablanda, quizás.
Pero no.
Los precios suben y los salarios deben bajar, por supuesto.
¡Es necesario mostrarle la maldad de los pobres a esta mujer!
De esta forma, se desarrollan distintas escenas en donde Juana aprende cómo el poder se aprovecha del hambre y la pobreza de los trabajadores, tergiversando sus respuestas para que parezcan violencia innata; estrategia capital (y eclesiástica) que, incluso en la actualidad, construyen intencionalmente los medios hegemónicos de comunicación. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿es igual la reacción de los oprimidos a la violencia de los opresores? ¿Se puede reprochar moralidad a quien ha pasado días sin comer? Es fácil hablar con la panza llena. E incluso nuestra protagonista debe entenderlo.
Santa Juana de los mataderos es una obra que nos interpela de manera directa por lo actual de los temas que aborda. La lógica capitalista vigente, aún en tiempos de colapso, sigue perpetuándose en sociedades jerárquicas, desiguales y profundamente crueles que aguantan hasta las últimas consecuencias. Sociedades laicas con formación religiosa donde aprendemos que la moral es más importante que un plato de comida, y que la doble moral es un arma filosa que nos divide y agrieta cada vez más. Por eso, tal vez necesitemos más Juanas. No personas iluminadas que nos indiquen el camino, sino más bien individuos, comunidades, que nos animemos a desaprender tantos años de capitalismo patriarcal y racista grabados en nuestros cuerpos, y así, luego de atravesar ese fuego que nos quema la piel de tanto odio acumulado, al fin podamos ver, asumir y cambiar comunitariamente tanta injusticia.
Parafraseando a un compañero en una asamblea del Consejo Cultural Consultivo en defensa de las ordenanzas y nuestros derechos culturales como comunidad artística: “El invierno se va a tener que terminar antes de lo previsto, afuera hace mucho capitalismo, tenemos que salir todxs a ponerle un freno a esto”, y retomando una de las tantas frases fuertes de esta obra que les recomendamos mucho ir a ver:
“¡Si quieren ayudarse a sí mismos, manténganse unidos!”
Crítica hecha por: Agustina Heredia (integrante de Granada) y Florencia Rodriguez Aires (integrante del Consejo Cultural Consultvo).
Próximas funciones: Viernes de Agosto en el Centro Cultural La Panadería (Lamadrid 544)
Ficha técnica:
«Santa Juana de los Mataderos» de Bertolt Brecht
Elenco: Celeste Moore – Alberto Rodriguez – Verónica Iglesias – Hugo Ledesma – Carolina Magnaterra – Leo Fabrizi – Graciela Musotto – Lucas Sanchez – Nerina Borocci – Micaela Forestier Schenkel – Romina Fabri
Dirección:
Manuel Santos Iñurrieta
Asistente de dirección:
Francisco Mayor
Iluminación: German Wagner- Pamela Tobar- Francisco Mayor
Escenografía: Héctor Amigo, Graciela Musotto
Diseño y realización de vestuario y máscaras: Celeste Moore, Carolina Magnaterra, Micaela Forestier Schenkel, Graciela Musotto
Realización de sombreros: Juan Pablo Stalldecker
Música: Vero Iglesias, Lucas Sebastián Sánchez, Micaela Forestier Schenkel
Diseño gráfico: Eugenia Summa
Fotografía: Gustavo Pirola
Producción ejecutiva: Alberto Rodríguez/Producción general: Asociación Civil Don Julio
Grupo de Teatro NUEVODRAMA y Los Internacionales Teatro