Hablando con Baudelaire
Fruto de un curso de poesía al que no tuve opción de faltar, surge este breve poema, un diálogo con el autor francés intercalando sus propios versos con los míos.
Hablando con Baudelaire
Baudelaire. El Poeta es como ese príncipe del nublado [el albatros]
que puede huir a las flechas y el rayo frecuentar;
en el suelo, entre ataques y mofas desterrado,
sus alas de gigante le impiden caminar
I. Tus alas, oh poeta,
contéstame si no son flechas en el pecho clavadas;
las exigencias de tu corazón que impetuosamente claman.
B. Encontrar no puedo en tan pálidas rosas,
la flor que se asemeje a mi rojo ideal
I. También mi corazón exige, y nada en la entera realidad lo satisface.
El mar grita, la aurora resplandece, murmura el viento.
Dulces melodías entonan los pájaros, suenan los grillos.
Cual pendientes y perlas adornan fina mujer,
coloridas flores y hojas los árboles visten.
Mira las colinas elevarse:
parece que intentan alcanzar la respuesta.
¡Todo de no sé qué me habla!
¡Extraño su lenguaje es,
que sólo con la experiencia se entiende!
¡Nada sacia a mi deseo!
¡Pequeño todo es ante su medida!
Impetuoso mar, por infinito mi espíritu brama.
El corazón mío, herido por el deseo, se desangra.
B. ¡Amo un Infinito que no conozco!
I. ¡Dime si tú, Albatros, lo hallaste!
De una presencia anhelada,
soy espoleado por su ausencia:
la búsqueda es mi vivir.
¡Oh, caliginosa alma mía!
¡Solamente abisal llaga en ti descubro!
¿Dudas, poeta, si existe nuestro Amado?
¿No crees que el deseo, la herida del corazón,
evidencia suficiente de su existencia es?
Del ausente Amado no quiero silencio ni palabra,
¡agiganta la herida el recuerdo sin posesión!
B. ¡Un monstruo es el tedio!
I. ¡Tediosa resulta la búsqueda!
Así como nevada cordillera,
sobrevolada por el cóndor,
es de elevado el Ideal.
Todo a su lado es pálido,
todo es vano.
B. Lo que a uno dice: ¡Sepultura!
dice a otro: ¡Vida y esplendor!
I. Sepulturatodo me parece;
débil y confuso reflejo del amado.
B. ¡Busquemos, entonces, la belleza!
¿Qué importa del cielo venga o del infierno
la Belleza, monstruo enorme, ingenuo y atrevido,
si su mirar, su pie, su faz me abren la puerta
de un infinito que amo y nunca he conocido?
De Satán o de Dios, ¿qué importa? Ángel, Sirena,
¿qué importa si me vuelve
menos odioso el mundo, más cortos los instantes?
I. Oh, cierto que el buen arte al pórtico
del Infinito anheladotransporta,
pero su anestesia poco dura,
y, sin ningún esfuerzo hacia nuestro Ideal haber hecho,
vuelve monstruoso el tedio.
B. ¡Robemos el fugaz placer entonces!
¡Exprimamos bien fuerte, como naranja seca, todo clandestino placer!
I. Del fugitivo placer sólo remordimiento queda.
Tu corazón examina nuevamente, Albatros:
Elevado Ideal posee,
que, aunque quimera pareciere,
hacia él caminar debes.
B. Ah, cierto es que
mi alma dice siempre: ¡Adelante!
Viajero realmente soy,
que parte por partir,
que de su barco hincha las velas
sin puerto conocido más que el deseado.
El reposo de mi corazón en mi amado busco,
corro loca carrera por ello.
