En el rincón de un viejo suspiro,
donde el tiempo, eterno testigo, calla y observa,
reposa el eco de tu risa, persistente,
aferrado a las raíces profundas de mi ser,
invisible, inevitable,
apuñalándome en silencio.
Dulce recuerdo, cálido y a la vez tan amargo,
qué irónica es tu insistencia
en aparecerte en los momentos menos indicados,
oculto en mi pecho como un eco incesante,
una luz tenue que titila y se pierde en la niebla,
un abrazo fantasma que promete sostenerme,
solo para desvanecerse y dejarme caer.
Tus palabras, suaves como un susurro de verano,
acarician mis pensamientos, despiertan mis heridas
pero hoy, con firmeza, te suelto y te despido.
Cálido recuerdo, ya no sos bienvenido.