En el cielo se teje ese encaje prodigio de sombras y luz,
Un eclipse solar ondea en medio de la inmensidad azul.
Allí surge, poderoso y majestuoso, el Dios Dragón Celestial,
Compañero de mis versos, de un oculto amor inmortal.

Con su rugido silente en el vasto firmamento,
Despierta en mí un anhelo, un misterio latente.
El hombre sin rostro, emblema de ese ser celestial,
Se entreteje misteriosamente, en cada poema mental.

El áureo dragón danza con la luna y el sol,
Pintando sobre el lienzo celeste, su amor ancestral.
Y yo, viva cada instante, cada pulsación,
De este baile cósmico que se agita en mi corazón.

Desde la tierra observo, susurro versos al viento,
Cada palabra un hilo, cada estrofa un sentimiento.
Entre encajes de cielo y mares de tinta deshojo,
Los secretos del amor oculto que entre el Dios Dragón alojo.

En la danza del eclipse, sombras y luces se encuentran,
Como almas gemelas entre universos que se entrelazan.
Y en este baile celeste, canto mi melodía,
Con la esperanza de que el hombre sin rostro, la oiga algún día.

Eclipse solar, escenario de nuestro amor místico,
Donde se danza, se sueña y se vive lo místico.
El tiempo se detiene, los astros dan su bendición,
En este sagrado momento, amor y universo son.

Bajo la égida de este Dios Dragón Celestial,
Bordo con versos, nuestro oculto amor inmortal.
Un misterio que se desvela en cada Luna nueva,
Y se sumerge entre sombras en cada Luna vieja.

De poeta y dragón, de mujer y dios sin rostro,
Nace un amor oculto, nace un amor potente y nostros.
En eclipse solar, en danza celestial,
En poema y encaje, tejemos amor inmortal.