Cuando le veo y escucho tocar, veo colores, 
y nada es más hermoso que eso.
Nada se compara con lo que mi ser experimenta al oír su música,
sus gritos, su rock.

Siempre en primera fila,
para verle aún más de cerca,
más de piel,
más de palpitaciones.

Sé que seguirá floreciendo entre magia y rock,
y allí seguiré,
en esa inigualable primera fila para observar todos sus colores,
para deleitarme con cada nuevo riff.

Entre acordes y bullicio,
se deja entrever ese fanatismo,
ese embeleso,
ese parásito ontológico del amor.

Ese riff que suena todo el día en mi cabeza,
proveniente de un lobo de gran melena,
Riff único,
y tan rústico como súbito.