pero no los conozco
los veo en la televisión a diario
en entrevistas con registro directo
que no parecen trucadas
los veo actuar en las novelas de cesar aira
tengo entendido que son cartoneros
y esperan algún prodigio
pero no los conozco
pasan necesidades, eso es evidente
lo dicen las cifras oficiales del INDEC
cuando en realidad hay miles de modelos semióticos
que me separan de ellos y son
más poderosos que las cifras
la cultura es uno la clase social, otro
la misantropía, el individualismo, la literatura
el dolor de cabeza, la fobia al sol
que no me permite levantar la vista
y estirar el brazo para contribuir con un billete
más a su humillación, en este mediodía,
aunque en verdad salí sin plata de casa
y tampoco es limosna lo que piden.
¡Dejen de perseguirme! les pido a los pobres.
¡Hagan la revolución, si lo creen necesario!
y yo podría aportar unos cuantos libros de izquierda
a su flamante biblioteca pública.
(2017)
Comentario del autor: esta poesía es de la era de macrigato, medio vieja ya. Los pobres podían salir a la calle a vender medias honradamente sin culpa por romper alguna cuarentena. Ahora serían vistos como más contagiosos que nunca. El narrador o yo se rebela y los ve como alienígenas (la verdad que lo eran, no paraban de romper las bolas y de zarparse con el lance mercantilista fetichizando a todo el mundo con sus baratijas). Una invasión de medias generaron en poco tiempo en las casas de familia y reventaron a los comercios de las ciudades centrales del país, antes de que Mercado Libre acabara con ellos. Ahora a la distancia siento que lo escribió un bot, una especie de sombra terrible que me decía «tenés que renunciar», «tenés que renunciar al trabajo y a todo lo que te iguala a los garcas que acaparan medias y víveres de sobra». Ahora que me echaron y ya no compro en cuotas porque tarjeta yo no tengo, los entiendo más que nunca pobrecitos a los pobres. Encontré en la poesía una forma de invadir a los ciberciudadanos de chatarra por menos que una moneda. Los abrazo desde el alma.