Las horas cayeron
mientras tus ojos me miraban,
en el cielo luces de neón.
— Siempre es tarde — decías
mientras tus ojos callaban.
Amanecía lentamente
como si el sol no quisiera vernos.
Perdí tus pasos cuando
se marcharon en dirección opuesta.
Las calles vacías me acogieron
en su silencio de mañana.
Nunca es tarde pensé
equivocándome una vez más,
los bares abrían temprano ese día.
Caminé sin mirar atrás,
una noche más — pensé —
y el pasado se alejó
con cada paso que di.
Del Zaidín. Actualmente vivo en Santiago y observo los pájaros desde mi ventana.