Remando entre las cañas, entre los juncos
escuché tu canción, antes de que mi corazón tuviera tiempo de callarla
el olor de una fruta siendo cortada y abierta
el olor bajo y perezoso del humo
.
Y cuando el fuego se aleja
el fuego se aleja, hijo
¿por qué dirías
que yo fui la última?

Joanna Newsom es un artista realmente particular. De muchas maneras. A pesar de que no estudio música como para hacer un análisis técnico de sus composiciones, la traigo aquí un poco por intuición, admiración y curiosidad. Y quiero empezar diciendo, sin intenciones de ser objetiva, que sus canciones son poemas hermosísimos. Que vale la pena de verdad escuchar toda su producción musical. Empiecen por donde empiecen estoy segura de que alguna extrañeza les va a generar (para bien o para mal). Pero ahora quiero hablar de Ys, su segundo álbum que salió en 2006, producido y arreglado por Van Dyke Parks.

Ys fue el primer disco que escuché de ella cuando me lo pasaron allá por 2013 y desde entonces me quedó grabado en el cerebro. Se volvió un lugar al que vuelvo de vez en cuando porque me mueve ciertas fibras de una manera que difícilmente lo logra otra música. Es que la verdad, no escuché nada como lo que hace esta artista. Al principio cuando me pasaron el link de Youtube me pareció un poco mucho 56 minutos de disco para 5 canciones (Only Skin es un tema que dura 16 min.). Pero me atrapó desde el primer segundo y sostuvo mi atención durante cada una de ellas.

Creo que fue un poco por el arpa (porque, digámoslo, no es el instrumento más popular del mundo). Un poco por su voz medio aniñada (ni hablar del primer disco The milk-eyed mender, su voz es, cuanto menos, llamativa). Y un poco (mucho) por las letras. Olvidémonos de estribillos o de cualquier estructura convencional de canciones para empezar. Es que parecen desde elegías medievales, hasta poemas de los románticos del siglo XIX. Desde lírica griega (o bueno, algo de esa cosa simposíaca), hasta relatos folklóricos.

Lo primero que pensé de Newsom, en esa imposibilidad de clasificación, fue que era como una trovadora moderna. Hay distintos estilos de trova y de temáticas re diversas pero hay algunas composiciones que son más bien herméticas, caracterizadas por su complejidad formal, y donde se busca la sonoridad de la palabra, por lo tanto se usa un lenguaje difícil, con rimas extrañas, etc. Creo que por ahí va la cosa.

Si las composiciones de Joanna solamente se leen, parece bastante difícil pensar que se puedan cantar. Algunos versos son trabalenguas, con muchas palabras compuestas y da la impresión de que más que cantarse o incluso leerse, esos versos se tienen que masticar. Porque además, cada canción es un torrente de palabras que suben y bajan, y a veces parece que se atropellan unas a otros. Semánticamente, los versos son muy crípticos y herméticos, cargadísimos de simbolismos, que todo el tiempo van elaborando imágenes hermosas que se arman y desarman a medida que va avanzando la canción.

Cada una es una historia donde, de distintas maneras, está muy presente el tema de las relaciones: cómo se configuran, cómo crecen, cómo se dañan, cómo se fortalecen, cómo cambian. Da la impresión de que en ese constante fluir de versos está ella misma pensando y repensándose. Siempre también muy en consonancia con la naturaleza, y su constante devenir. Hasta acá parece muy élfico e inocente todo (incluso ella es un ser de apariencia élfica). Pero eso no quita que todas las canciones tengan también una contraparte bastante oscura, tóxica y retorcida. Están el amor, la bondad y la belleza pero de la mano de manipulaciones, guerras, muertes y locura.

No quiero dejar de mencionar tampoco que lo que toma la apariencia de un fluir de conciencia en realidad es un trabajo súper mega minucioso en el que cada estrofa, cada verso y cada palabra están dispuestos muy cuidadosamente a partir de consideraciones formales (hay un trabajo elaboradísimo con la rima, del cual no voy a hablar acá porque sino esto va a durar para siempre), simbólicas y referenciales.

Incluso sacando todo esto y por más que no entiendan inglés —yo de hecho aunque me maneje con el idioma no entiendo la mitad de las cosas, justamente, por el despliegue de vocabulario que hace—, Joanna Newsom crea una atmósfera musical única y de repente te transporta a una corte medieval, a un bosque encantado o a estar tirada en el pasto de noche mirando una lluvia de meteoritos.

Cada canción y el disco como un todo parecen inagotables (el arte de tapa es un tema aparte: una pintura al óleo impresionante y también cargada de simbolismo de Benjamin Vierling) . Creo que se puede estudiar hasta el infinito la magia de esta música y por eso coincido con una review que leí cuando habían pasado diez años de su lanzamiento en 2016: Ys permanece igual de fresco y renovador que hace (hoy) trece años. Es que su música no parece seguir ninguna moda, ni tendencia, sino que forjó un camino propio, con influencia de lugares y tiempos míticos y lejanos.

Hay muchísimo para hablar también de ella como artista, que se niega a negociar con Spotify -por eso la mayoría de sus canciones no están en esta plataforma-, que no tiene redes sociales y que, dato de color, hacia el final de su adolescencia hizo su propio ritual de iniciación yendo a acampar al lado del río Yuba donde sobrevivió tres días casi sin comida y amenazada por una manada de lobos.

Una cantautora que también tuvo su experiencia actoral en el video Kids de MGMT, Portlandia, y en la película Inherent Vice de Paul Thomas Anderson, quien le dirigió un par de videos musicales para canciones de su último disco Divers.

Este director dijo de Newsom: hay una parte de ella que tiene un pie en otro universo, a lo que ella respondió que, para bien o para mal, eso sí es un poco cierto. Y yo, obvio que para bien, estoy de acuerdo.