El sofá gris había llegado hacía un tiempo a casa, y desde que llego lo decoramos con nuestros colores preferidos, entre almohadones y peluches.
Pero una noche de octubre tomando mates en la cama con mama, llegó Karla preguntando enojada y sorprendida.
K: Mamá, que hace este tipo acá?! por que los dejaste entrar?
Ella responde ¿de que hablas?, no deje entrar a nadie!
K: El dueño del sofá vieja!.
Atemorizadas las luces comienzan a temblar, como si se tratase de un terremoto, todo empezó a temblar.
De repente la puerta se abrió y cerro con una fuerza sobrenatural.
El perro comenzó a aullar, todas lo vimos, parado ahí, enojado y sorprendido, pero mama era la única que no lo veía.
Pensamos entre todas que le íbamos a decir, mientras mama juraba que no había nadie
Asi que juntamos valor y fuimos a hablar con el, pero ya no estaba, había desaparecido.
El perro ladraba a la nada, una parte de nosotras entendió que el también lo vio, solo que no nunca entendimos porque se paro en el medio del pasillo que conectaba la pieza con el living, ni como desapareció en cuestión de segundos.
El dueño del sofá nunca estuvo, nunca existió.