No recordaba cuando fue la vez que tuve tiempo para mí.
Y no me refiero a quedarme encerrada en el departamento comiéndome la cabeza.
Hoy es un día importante, es un día de decisiones, pero tengo mucho miedo.
Hay mucho y poco en juego.
Mi independencia por un lado, y mi paz por otro.
¿Que difícil ser libre en Argentina no?
Que miedo le tengo a no poder vivir de lo que quiero.
Que miedo que la palabra miedo haya llegado para quedarse.
Caminé con las piernas débiles y entré a una iglesia.
Hablé con Dios, solo con el. Me di cuenta que tengo mucho miedo, y que quizás es porque tampoco creo en él.
Luego, Fui al lugar donde me estaban esperando y llegué temprano, así que caminé por la 25 de mayo y llegué a una cafetería.
La misma cafetería que me ha visto disfrutar de mi soledad antes de padecerla.
Quizás fue la música suave y las luces cálidas la que hicieron que saque la compu y empiece a escribir esto.
Entonces, mientras tanto miro a mi alrededor, una chica solita igual que yo, pensando… mirando a la nada.
Una madre con sus hijos juegan mientras toman una chocolatada.
Las parejas están y no están. Ellas los miran con amor y ellos no se despegan del celular.
Es ahí en dónde abrazo a mi soledad, porque a veces es mejor estar solo que mal acompañado.
Hoy tomé una decisión que quizás implique retroceder unos pasos para volver con más impulso hacía adelante.
Hoy volví a ejercitar mi cerebro con un texto de Pierre Bourdieu. Y me cuesta, porque el déficit de atención está ahí para decirme de forma burlona. «Jaja ya no sos la de antes».
¿Pero saben que? Si lo soy. Siempre lo fui.
Me apagué pero quiero volver.
Quiero volver a reír, quiero volver a estudiar.
Quiero escribir un libro y quiero ser yo.
Quiero firmar mi libertad, aunque me cueste.