El día ya no tiene 24 horas, pasa la gente, se desintegran los segundos.
Dejamos ir al que amamos sin decirles cuanto los amamos, nos concentramos en el dinero, fijamos la atención en el trabajo.
Rutina, día tras día lo mismo, anestesiamos el dolor con ansiolíticos.
Respiramos profundo para evitar los miedos, dopados miramos un punto, seguimos adelante pero nuestra cabeza se muere.
Mueren las neuronas con las drogas, muere nuestro cuerpo con comidas rápidas.
Nos lastimamos, lo hacemos cada vez más y nos gusta!.
Encontramos goce en el dolor, se nos nubla la visión y se nos paraliza el corazón.
Y amamos, adoramos el dulce efecto temporal de las pastillas que nos hacen feliz por un momento.
Late tan lento y tan rápido el corazón, que no sabemos que carrera estamos haciendo.
Pauperrimos, destruidos, siempre estamos a un paso de la resiliencia y no podemos.
Nos acostamos, como estamos, en la cama desecha.
Miramos al techo y al celular, y en ese orden.
Nos dejamos morir, día a día, una vez más.