La perra ladra por atención.

No tiene hambre, ni sed, ni frío.

Ladra porque quiere un mimo, nada más.

 

No entiende de trabajo,

ni que debo concentrarme

para que no tenga

ni hambre,

ni sed,

ni frío.

 

Me mira desde el sillón,

tentada con romper la computadora:

tirar el monitor al suelo

y que estalle en mil pedazos,

mordisquear el teclado

y redactar un mail que diga:

“hijos de re mil puta,

hijos de re mil puta,

hijos de re mil puta”,

pisotear el mouse y enviarlo con copia oculta

a todos los mails cuyo dominio

sea el nombre de una empresa.

  

No tiene hambre, ni sed, ni frío.

No quiere tener hambre, ni sed, ni frío,

 

Pero ladra.

  

La perra ladra,

solamente,

porque quiere un mimo.