Rutina
Quizá
mi cuerpo,
cansado
del cuidado ajeno
y del servicio al capital,
algún día
sea mecido
por brazos tiernos
que evoquen
aquella tierna,
lejana infancia,
donde era cuidada
y sostenida.
Cuando la fría luz azul
aún no había llegado
a blanquearme los ojos,
encorvarme la espalda,
hundirme los párpados,
y convertirme
en esta mujer-máquina
que solo sabe
teclear
y cuidar.
