Literatura

Rutina

Quizá

mi cuerpo,

cansado

del cuidado ajeno

y del servicio al capital,

algún día

sea mecido

por brazos tiernos

que evoquen

aquella tierna,

lejana infancia,

donde era cuidada

y sostenida.

Cuando la fría luz azul

aún no había llegado

a blanquearme los ojos,

encorvarme la espalda,

hundirme los párpados,

y convertirme

en esta mujer-máquina

que solo sabe

teclear

y cuidar.

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