Hubo un momento, allá por Marzo, en la que Argentina se volvió un ejemplo. De varias latitudes nacionales e internacionales llovían los elogios hacia Alberto Fernández y al pueblo argentino por su pronta reacción ante la emergencia sanitaria global. El país se llamó a una cuarentena temprana y a las pocas semanas ya se veían los efectos positivos, por contraste con la situación de algunos de nuestros vecinos que veían sus casos multiplicarse semana a semana.
Sin embargo, el tiempo pasó y los elogios ya no fueron tan frecuentes. También comenzaron los chispazos con la oposición, con parte de los ciudadanos hartos de la cuarentena y con las diplomacias de otros países (Chile, Brasil, Suecia). También vimos y vemos crecer inexorable la curva de contagios y de muertos a un ritmo bastante acelerado.
Si comparamos con nuestros vecinos más afectados, seguimos estando mucho mejor parados, pero también tenemos otros países sudamericanos, que han logrado controlar al virus con mayor eficacia y rapidez. Y es entonces cuando surge la pregunta del título, que siempre conviene realizar de vez en cuando.
¿Sigue siendo efectiva la estrategia argentina contra el coronavirus?
Vamos a tomar 4 modelos comparativos, para ver cómo estamos en relación a otros países.
Hace algún tiempo empezamos este seguimiento pero la actualidad nos llevó para otro lado. La comparación con nuestros hermanos sudamericanos surge sola. El virus llegó a nuestras tierras en fechas próximas, por lo que todos vamos atravesando más o menos el mismo período de la pandemia. También compartimos historias similares, costumbres parecidas y alimentaciones equiparables. Podemos convenir que todos los países sudamericanos, más allá de los matices internos, tienen peores sistemas de salud que en el primer mundo, pero mejores que en África o el Asia pobre. Algo similar ocurre con sus economías y con la capacidad de acción de sus Estados.
(Para este análisis se van a tomar los datos oficiales sin cuestionarlos. El hervidero político en el que se ha convertido por estos días nuestro continente requiere de un profundo análisis que desviaría demasiado el foco del asunto central de este artículo. Las conclusiones, en cualquier caso, no diferirían tanto respecto a la situación argentina)
Pero veamos la tabla.
Las columnas muestran los habitantes de cada país, los contagiados y el ratio de sanos por cada infectado (población dividido casos positivos) El orden en el que se muestra es según este último dato, mientras más arriba mejor: más ciudadanos sanos por cada diagnosticado de covid.
Este sistema permite comparar los países más allá de su población. Para esto se suele utilizar la variable Casos por Millón de Habitantes, que es igual de efectiva. La ventaja de nuestro método es la clara visualización. Mientras el dato por Millón de Habitantes nos da un número que no representa nada, acá el dato es simple: cuántos sanos hay en el país por cada infectado.
Argentina está cuarta sobre diez. El último de los países con más de mil puntos. Es una buena posición, con varios cuerpos de ventaja sobre los Estados más complicados. Entre estos, destaca y preocupa la situación de Chile. Cada 86 chilenos, 1 está infectado. Es uno de los países con más casos por millón de habitantes a nivel mundial, sólo superado por Catar, Baréin, San Marino y el Vaticano, todos países ínfimos en términos poblacionales, donde un par de brotes descontrolados enseguida crispan la estadística.
Se puede especular que la baja mortalidad de la que hace gala el país trasandino empezará a verse afectada en las próximas semanas. Se nota una tendencia al alza desde hace días y la saturación de los servicios médicos no va a ayudar al respecto. Parece un recorrido habitual en las formas del virus cuando se expande velozmente. Los muertos tardan unos días en llegar, pero llegan.
Se ha debatido públicamente en estos días si ayudar o no a los enfermos chilenos. Desde este humilde espacio se pide a Estados nacionales y provinciales de ambos lados de Los Andes para que se desarrollen sistemas seguros para asistir a nuestros vecinos. Se puede decir que es hasta por conveniencia, que si ellos controlan su epidemia dejan de ser una amenaza, pero no va a ser el argumento elegido. Hay que hacerlo por hermandad, por solidaridad. Tanto se ha hablado de que el coronavirus puede generar cambios en el sistema social y capitalista. Es hora de solicitar esos cambios con hechos.
Volviendo a la Argentina, vemos que los tres países que están arriba de la tabla (Venezuela, Paraguay y Uruguay) tienen condiciones menos favorables para la expansión del virus. No sólo tienen menor población, sino que tampoco cuentan con un centro urbano ni remotamente cerca a lo que es el AMBA.
Otro tema que atenta contra nosotros es el ingreso de casos importados, que son los que terminan generando nuevos focos de contagio. Ninguno de estos tres países tiene un aeropuerto de la dimensión de Ezeiza, ni una frontera terrestre o marítima como la de la Argentina. Paraguay ni siquiera tiene mar. El caso venezolano es extremo, aislado del mundo por decisión histórica de Estados Unidos, llevada a niveles inéditos con el cachivache de Donald Trump al mando.
En esta comparativa, Alberto Fernández queda muy bien parado. También lo hace si medimos términos absolutos, en el segundo modelo. Argentina es el tercer país sobre diez en cantidad de habitantes, después de Brasil y Colombia, pero está sexta en número de contagiados.
En el análisis regional, la estrategia del gobierno nacional contra el coronavirus parece mantener su efectividad, tanto en términos comparativos como absolutos pero ¿qué pasa a nivel mundial?
La estrategia argentina a nivel mundial
Para encarar esta comparativa vamos a usar una táctica diferente. Como punto de partida vamos tomar los puestos que ocupamos en la tabla global. Los argentinos estamos en el ranking 31 según nuestra población y en el 34, según casos positivos de covid. Volveremos a usar la lógica de no cuestionar los datos oficiales porque, si era complicado analizar caso por caso en Sudamérica, a escala global es directamente inabarcable.
Si vemos las posiciones, se advierte una mejora mínima respecto al lugar que nos tocaría si todos los países hubieran tenido el mismo índice de contagio. No es un destaque tan rotundo como en el análisis sudamericano, pero seguimos por encima del promedio.
Sin embargo, al analizar el valor Casos por Millón de Habitantes, el éxito de nuestra estrategia nacional vuelve a quedar de manifiesto. Ocupando como ya se dijo el puesto 31 en población, Argentina obtiene el lugar 87 del mundo en el análisis relativo a población/contagiados. Una posición claramente de privilegio a escala planetaria.
La hora de mirarnos el ombligo
A veces los sistemas comparativos no disciernen los méritos de los ganadores de los defectos de los que están peor que uno. Ponen en la misma bolsa los aciertos de Fernández, con los desvaríos de los Bolsonaro de este mundo. Así que para tener un análisis más preciso vamos a ver la estrategia argentina contra la covid de cara al interior.
Como ya se ha dicho en otros informes, en Argentina hay varios países en uno. Precisamos tres de ellos, que bien podrían ser dos extremos, con un purgatorio en el medio.
El primer país: la nueva normalidad como objetivo
El 85% del país del que habla Alberto. El que está en Fase 5. El que está en Fase 4 contando los días. El que un día estaba en Fase 5 planeando su festejo de cumpleaños o una escapada a un pueblo vecino y le cayó un brote que los mandó a Fase 1 durante una o dos semanas, para volver a la Fase 4 a contar los días. La nueva normalidad. La porquería que nadie pidió pero a la que nos vamos a tener que acostumbrar para no matar a nuestros padres o abuelos.
En esta fase, cuando hay un brote enseguida la sociedad inicia los chusmeríos Las hipótesis de contagio, las cadenas de Whatapps, las especulaciones sobre amantes y encuentro sexuales. Este reflejo algo moralino de la sociedad tiene un lado positivo. Refleja que los casos se pueden seguir con nombre y apellido, que se puede aislar a los contagiados y realizar un seguimiento sobre sus contactos estrechos. Esta condición es única de esta fase. Si ya se empieza a especular con índices de contagio, duplicación de días o aislamiento de sectores o barrios enteros, entonces estamos ante una situación más complicada.
La estrategia para estas provincias y localidades es clara: controlar las fronteras lo más posible y estar muy alerta para detectar casos sospechosos y aislarlos lo antes posible. Si surgiera un brote importante se vuelve a Fase 1, durante una o dos semanas y listo, como ocurrió en Necochea, Olavarría, Jujuy, Mayor Buratovich y tantos lugares. Si se especula con mantenerse en la Fase 4, tomando medidas cosméticas o insuficientes, se corren severos riesgos de pasar al siguiente nivel.
El segundo país: el purgatorio.
Córdoba capital, Río negro, en especial General Roca y Bariloche, Trelew y la zona de su valle aledaño en Chubut. Todos estos lugares tienen circulación comunitaria del virus, que básicamente remite a la imposibilidad de realizar un seguimiento personalizado de los casos. No están tan complicados como los del último nivel porque todavía tienen la capacidad de aislar e investigar los casos que conocen, cuarenteneando a sus contactos estrechos y disminuyendo la circulación del coronavirus, digamos, de forma manual.
Hay dos posibilidades para abandonar esta categoría y sumarse al 85% superior. Volver a Fase 1, durante un mes. Dos ciclos del virus, con la población guardada. Luego del mes, Fase 3 tranqui y de a poco irse pasando a la Fase 4.
Claro que los gobiernos también pueden tomar otra apuesta con bastante riesgo. Seguir en una fase menos extrema que la primera y profundizar la búsqueda, aislamiento e investigación de cada caso particular, hasta poder trazar todo el mapa de contagios y perder la etiqueta de cuarentena comunitaria. Esta estrategia sólo se puede lograr con abundantes recursos humanos y económicos. El alto riesgo está en que si no se consigue aislar los casos, la transmisión comunitaria crecerá hasta volverse incontrolable. Cada semana puede ver duplicados los casos a altísima velocidad, hasta terminar imponiendo a la fuerza una cuarentena férrea que, en lugar de 7 a 14 días, termine llevando más de un mes. Córdoba decidió tomar esta apuesta en su lucha contra el coronavirus, con el complejísimo agregado de ser una ciudad enorme en habitantes. Parece que le salió bien.
Hay varias provincias que están en riesgo de caer en esta lista: Neuquén, Salta, Entre Ríos y, el caso más triste de todos, Formosa. La provincia norteña paso de no tener ni un solo caso desde el inicio de la pandemia, a sufrir un brote de más de 35 contagios y contando en la última semana. Ojalá se logre contener la propagación, en una de las regiones con el PBI más bajo del país.
El tercer país: el infierno de la COVID
Este grupo lo componen dos regiones metropolitanas: el AMBA (Ciudad de Buenos Aires más el conurbano) y el aglomerado chaqueño conocido como Gran Resistencia (Resistencia, Barranqueras, Fontana, Puerto Vilelas y un puñado de localidades más).
En estos lugares la circulación es comunitaria. Se toman en cuenta variables como el tiempo de duplicación de casos, el factor de reproducción R o el porcentaje de camas disponibles en terapia intensiva porque la posibilidad de realizar un seguimiento persona a persona es imposible.
La única solución real es una cuarentena estricta tipo Wuhan, con control policial, disminución a menos del 25% de la circulación ciudadana y bloqueo total de ingresos y egresos al área afectada. Fase 1 durante al menos 2 meses y después ir desregularizando a medida que bajen los contagios. Cualquier otra estrategia va a fallar.
En el caso del AMBA, está claro que no se va a seguir este camino. Ya sea por hastío social, por presión de sectores económicos o por falta de decisión política, se va a seguir con estas fases fluflu que no se entienden mucho, donde se permite mucha circulación y actividades nada esenciales. Una cuarentena que cansa pero que no sirve más que para desacelerar la llegada a un lugar que parece inevitable: las imágenes de fosas comunes y féretros en las calles. Cuando lleguemos a esa instancia, capaz que la sociedad vuelva a estar preparada para una cuarentena en serio.
Dado que ni Alberto (Nación) ni Horacio (Ciudad) ni Axel (Buenos Aires) van a llevar un plan sanitario profundo para disminuir radicalmente la circulación del virus, es responsabilidad del Estado Nacional impedir la salida de los contagiados de estos distritos hacia el resto del país. En ese sentido, Jorge Capitanich (Chaco) ha sido menos reticente y ha ordenado una vuelta a los inicios de la cuarentena. Si mantienen la medida el tiempo suficiente es altamente probable que puedan dejar de estar en este grupo en un mes o dos.
Tres propuestas prácticas para combatir la pandemia
1 – Traslado de dependencias estatales a lugares libres de covid
Ya se está viendo en los dos centros urbanos con circulación comunitaria el creciente caso de funcionarios o dirigentes de la oposición que dan positivo de coronavirus e inician cadenas de contagios dentro de sus equipos o en otras áreas de gobierno. Esto sólo va a empeorar y es inminente el contagio de figuras centrales de los ejecutivos de todos los niveles.
El plan es sencillo. Mover de a poco y respetando las normas sanitarias las estructuras de ministerios, administraciones federales, secretarias o institutos nacionales. Hasta el congreso nacional puede ser mudado transitoriamente al interior, dado que sólo están sesionando un puñado de legisladores en forma presencial y el resto lo hace a través de métodos digitales. Seguramente no faltarán municipios o provincias libres de covid dispuestos a alojar a funcionarios y legisladores que derramen sus sueldos clase A sobre sus territorios.
Hay también una especie de heroísmo en quedarse en el punto de conflicto que parece atentar contra esta idea. Compartir la desgracia. En el caso de Larreta, no le queda otra porque todo su distrito está bajo amenaza, pero tanto el presidente, como Kicillof o Capitanich pueden dirigir sus acciones desde zonas más tranquilas. Hace siglos y siglos que los generales no conducen las batallas desde la primera línea de combate. Eso déjenselo en todo caso a Sergio Berni, el mariscal de campo que ama los flashes y la acción.
Los traslados serían temporales pero, quién te dice, capaz que hasta salimos de la pandemia con un país más federal y todo.
2- Universalización de un uso más efectivo del barbijo
El barbijo es una de las medidas más molestas y necesarias de la pandemia. Irrita, agota y hasta se dice que su uso en exceso puede traer complicaciones de salud. El uso constante además promueve el relajo y la falta de higiene. Todos hemos visto barbijos mal colocados, con la nariz afuera o cosas peores.
Hoy cada provincia y hasta cada municipio determina las condiciones de utilización de tapa bocas, así como las características que debe tener dicho elemento. La regulación de su uso a nivel nacional es fundamental, luego de un buen análisis realizado por especialistas en el tema.
Hay que lograr que la gente tenga puesto el barbijo lo menos posible, priorizando sólo los momentos en los que su uso es trascendental, como ser encuentros en lugares cerrados con poco espacio para el distanciamiento social. Si amparados en el por las dudas se imponen condiciones muy estrictas, el uso del barbijo se irá flexibilizando de hecho, incluso en las situaciones realmente peligrosas.
3- Áreas de trasbordo en zonas conflictivas
En la comuna de Carreras (Santa Fe), un camionero que había estado en Capital Federal contagió a cinco personas. En la localidad jujeña de Fraile Pintado murió un camionero por covid tras haber estado en provincias con circulación del virus. Tras 65 días sin contagios en la provincia, un camionero dio positivo en Realicó, La Pampa. Un camionero de San Francisco (Córdoba) se contagió de un colega de la localidad de Ceres (Santa Fe) y obligó al municipio cordobés a aislar a todo un barrio. En Bahía Blanca (Buenos Aires), la cuenta de días hasta la fase 5 se interrumpió por varios casos positivos, entre ellos un camionero que llegó de Bolivia y un brote en un hipermercado local, hipotéticamente generado por el contacto con otro transportista.
Estas situaciones pululan a lo largo y a lo ancho del país, generando nuevos focos de contagios en zonas blancas, poniendo en riesgo la salud y la vida de miles y miles de camioneros, transportistas, comisionistas y actividades afines, así como a sus familiares y vecinos. Además, ya se evidencian marcados hechos de discriminación y agresiones contra los trabajadores de esta actividad, llegando al caso de extremo de un chofer necochense que sufrió amenazas hacia él y su familia por un contagio ocurrido en Balcarce. Al final, el camionero dio negativo en el testeo y se demostró que no tenía nada que ver con el incidente.
El sistema de transporte necesita una reestructuración urgente para estos tiempos de pandemia. No puede una misma persona, por más protocolos y responsabilidad que tenga, atravesar tantas zonas de nuestro país y vecinos limítrofes sin arriesgarse a transmitir el virus por todos lados.
Una solución posible sería generar un área de transbordo de mercadería en las zonas limítrofes de las regiones con circulación comunitaria. En ella, los camioneros de una de las zonas trasladarían sus cargas hasta esta allí, donde personal especializado las bajaría, desinfectaría y cargaría en los vehículos que partirían hacia la otra zona, conducidos por transportistas del lugar. Así se evitaría que los conductores se desplacen por varias regiones e incluso se evitaría el contacto entre los propios choferes, a través de personal intermedio debidamente preparado y controlado. Como beneficio adicional, se pueden medir la sintomatología de los trabajadores del volante que pasen por estos lugares.
Seguiremos viendo el caso de los camioneros en otras ediciones, porque parece ser uno de los vectores principales a la hora de vulnerar la paz sanitaria de las regiones blancas del país, además de ser un foco de riesgo para los trabajadores y sus familias, pero estas áreas de transbordo podrían ser una solución, que bien podrían ser administradas por el Estado, por emprendimientos privados o una situación mixta, que tan de moda está por estos días.
Conclusión final
Los números avalan la gestión de Fernández ante la pandemia y esto se refleja en encuestas públicas y acompañamientos políticos. Sin embargo, si se tomaran los números del AMBA y de Gran Resistencia en soledad, sacando el país sano de la ecuación, los guarismos que tendríamos no serían los mismos, ya que agrupan más del 95% de los casos, en un tercio de la población total argentina. Es fundamental de acá en adelante contener esta situación, tanto para los distritos afectados como para que la circulación comunitaria no vaya haciendo metástasis en el país que está llamado a remar por la salud de todos los argentinos.