Luego de meses globales de pálidas sanitarias, los últimos días irradiaron la esperanza de que la pesadilla del coronavirus podría desaparecer total o parcialmente para el 2021. La vacuna, que se percibía tan utópica como la igualdad o la libertad, dio señales de vida en por lo menos dos proyectos, que hasta se animaron a arriesgar fechas para su aplicación a escala masiva.

Ambos desarrollos son una excelente noticia para la humanidad, y nuestro país en particular, por lo que vale la pena analizarlos más al detalle.

Vacuna rusa ¿estafa o diferente paradigma?

Esta semana, los punteros en la carrera por la vacuna para la covid vieron como Vladimir Putin aparecía de la nada para dejarlos atrás. El anunció levantó los niveles apaciguados de rusofobia y, para más inri, el desarrollo del medicamento se daba en un emprendimiento público-privado. Occidente se sintió amenazado y los rusos lo aprovecharon poniéndole Sputnik V al proyecto para remitir sin vueltitas a la guerra fría.

Sobre la capacidad de los rusos para lograr esta proeza no hay muchas dudas. Ya sea durante el zarismo, durante la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas o incluso tras la caída del Muro de Berlín, durante la actual Federación Rusa, han estado siempre a la vanguardia de los avances médicos y de prácticamente cada actividad intelectual humana.

Vaya un repasito ilustrativo. Dimitri Mendeléyev, padre de la tabla periódica de los elementos. Iván Pávlov, el premio Nobel de los reflejos del perro y el estómago. Iliá Méchnikov, también Nobel por sus avances en inmunología. Nikolay Gamaleya, pionero en la microbiología y en la investigación de vacunas (el Centro de epidemiología donde se investiga la esperanza rusa lleva su nombre). Y, sobre todo, Dmitri Ivanovski, el capo que describió un virus por primera vez, décadas antes de la invención del microscopio. 

Pero no es la capacidad rusa la que está en cuestión, sino la ausencia de la Fase 3 de las habituales pruebas en las vacunas, en la que se prueba el tratamiento en más personas que en las fases anteriores Algo que podría considerarse impensable para el paradigma científico y moral occidental, sino fuera porque son varios los especialistas, incluso dentro de la Organización Mundial de la Salud, que también critican estas fases express de las corporaciones farmacológicas.

Pero veamos dos hechos trascendentales en la formación de la mitología rusa reciente.

En 1812, el invencible Napoleón ingresaba en territorio ruso al frente de casi 700.000 soldados. Al mando de los invadidos estaba el zar Alejandro I, que había firmado un pacto de paz con el emperador francés, quebrado por este último al no poder cruzar el Canal de la Mancha para invadir Inglaterra. Desde el día cero Napoleón le envío a su rival las condiciones para la rendición y las mantuvo, mientras avanzaban casi sin resistencia por un imperio fantasma, que se preocupaba más por no dejarle nada a los franceses que por defender su tierra. En pleno invierno, la Grande Armée entró a una Moscú en llamas, quemada por los propios rusos para que su enemigo no tenga donde refugiarse del frío. Nunca se rindieron y Napoleón descubrió lo inútil que eran sus condiciones, así que emprendió la vuelta con cientos de miles de bajas encima. Dos años más tarde el zar Alejandro I ingresaba a París al mando de un ejército de coalición y mandaba al emperador francés a su primer exilio.

En 1941, el invencible ejército nazi ingresaba en territorio ruso con más de 3.000.000 de soldados. Al mando de los invadidos estaba el soviético Josep Stalin, que había firmado un pacto de paz con Hitler, quebrado por este último al no poder cruzar el Canal de la Mancha para invadir Inglaterra. Los alemanes avanzaron rápidamente sobre territorio ruso, aprovechando la sorpresa y la mejor preparación de sus hombres. Los generales del Ejército Rojo sabían que no podían vencer a los nazis en campo abierto.  En apenas unos meses, los invasores recorrieron más de 1000 kilómetros en territorio enemigo. En pleno invierno, la Wehrmacht llegó a las inmediaciones de Moscú, aunque esta vez no pudieron entrar por la resistencia del Ejército Rojo. A partir de allí comenzaría la debacle nazi, que terminaría 4 años después con los soviéticos conquistando Berlín y el suicidio de Adolf Hitler.

Hoy, en 2020, el enemigo de la Federación Rusa no es un ejército sino una enfermedad pero la apelación al heroísmo, al sacrifico y al amor por la Madre Rusia es la misma. Confiando en su tradición médica y científica, Vladimir Putín propone hacer la Fase 3 directamente sobre la población y así ganar tiempo, que se traduce en vidas. No son pocos los que advierten de la falta de pruebas y los posibles efectos adversos que puede traer sobre los pacientes, incluso especialistas dentro del mismo Centro Gamaleya. El propio presidente, para reforzar el concepto patriótico, inoculó a su propia hija, como hiciera el británico Edward Jenner, el padre de las vacunas.

Se especula con que los posibles daños colaterales volverían poco recomendable su uso en mayores de 60, embarazadas y otras poblaciones de riesgo ante la covid, lo que le restaría muchísimos puntos porque sólo serviría para vacunar a las personas que no suelen morir por la enfermedad. Sigue siendo un gran avance porque volvería verosímil el concepto de inmunidad de rebaño pero nos obligaría a convivir con el coronavirus un tiempo más prolongado que con un método de prevención ATP, a menos que se complemente la medida con otra vacuna para las poblaciones de riesgo.

Cabe destacar también que el tratamiento preventivo bancado por Putin no será obligatorio, aunque se descuenta un alto acatamiento de la población.

Para el resto del mundo, siempre quedará la opción de esperar a ver qué pasa en Rusia y los eventuales efectos colaterales de la vacunación, básicamente igual que con la aplicación de la Fase 3 en cualquiera de los otros proyectos mundiales en este campo. En lo personal, y lejísimos de ser un experto en la materia, el desarrollo ruso me resulta serio. En especial después de leer esta nota, llena de información y detalles, escrita por Kirill Dmítriev, CEO de la empresa mixta que lleva adelante el proyecto. Va un textual:

“Desde que empezó la pandemia de COVID-19, todo lo que los investigadores rusos tuvieron que hacer fue extraer un gen codificador de la espiga del nuevo coronavirus e implantarlo en un vector familiar de adenovirus para entregarlo en una célula humana. Decidieron utilizar esta tecnología ya probada y disponible en lugar de ir a un territorio inexplorado.”

El principio de esta vacuna, según aclara Dmítriev, es similar al de otras que se están desarrollando (incluida la de Oxford que se producirá en Argentina y México y veremos más adelante): el uso de vectores adenovirales y la necesidad de dos aplicaciones para lograr el 100% de efectividad. La novedad rusa es la utilización de dos de estos vectores (uno por cada dosis), en lugar de uno sólo, porque suponen que eso aumentará la eficacia del tratamiento al evitar que el cuerpo pueda generar inmunidad luego de la primera inoculación.

La vacuna de Oxford, AstraZeneca y mAbxience

Empecemos con otro textual del CEO ruso:

“Otros países siguen nuestros pasos al desarrollar vacunas basadas en vectores adenovirales. La Universidad de Oxford está usando un adenovirus de un mono que nunca se ha usado antes en una vacuna aprobada, a diferencia de los adenovirus humanos. La compañía estadounidense Johnson & Johnson está usando el adenovirus Ad26 y la china CanSino, el adenovirus Ad5, los mismos vectores que el Centro Gamaleya está usando, pero ellos todavía no dominan el método de dos vectores.”

Lo del mono no es un invento ruso para desacreditar a la inglesa universidad de Oxford y AstraZeneca, compañía farmacéutica responsable de la producción, de capitales suecos (el lado Astra) y británicos (el lado Zeneca). El fármaco fue producido en base a un adenovirus que tradicionalmente causa resfríos en chimpancés ¿Quiere decir esto que la vacuna sueco-británica tiene menos chances de funcionar? Para nada. La secuencia genética entre humanos y chimpancés es igual en un 96%. También ilusionan los más de mil voluntarios que probaron el tratamiento en las fases anteriores y han arrojado resultados alentadores. En la Fase 3, los voluntarios son más de veinte mil, en Brasil, Reino Unido y Sudáfrica, lo que va a chequear la efectividad de la fórmula en muchos y variados seres humanos.  

Uno podría preguntarse porque el gobierno de Alberto Fernández se juega tanto por esta vacuna, dado que tiene un solo vector y no está hecha en base a un adenovirus humano. Bueno, la realidad es que no se está jugando tanto. La elección de Argentina como lugar de producción del medicamento fue una decisión entre privados. Él mérito, en todo caso, no es sólo de Alberto sino de la educación e investigación argentina que generó las condiciones ideales para que sea posible un laboratorio especializado de primer nivel internacional. La empresa nacional en cuestión, mAbxience, fue fundada en 2009 por Hugo Sigman, el millonario progre que está garpando esto con el mexicano Slim, también vinculado los remedios y habitué de las listas de Forbes sobre los más ricos del mundo. La “m” minúscula al principio, seguida de una A mayúscula en el medio de la palabra mAbxience, es responsabilidad de un espantoso genio del marketing.

Llaman la atención los dichos de algunas personas que cuando tuvieron responsabilidad de gobierno se dedicaron a desfinanciar la educación y la investigación pública. Se los ve muy esforzados en demostrar que la nueva vacuna es un logro del estadista de Côte d’Azur, por un acuerdo menor que firmó con la filial local del laboratorio sueco-británico cuando ni siquiera existía el coronavirus. 

Decíamos que Alberto no se jugó tanto. Y eso es algo positivo. No sólo mantiene buenos vínculos con AstraZeneca. El presidente y su ministro de salud se han cansado de destacar que hay contactos con la china Cansino (una de las empresas que usa uno de los adenovirus del Centro Gamaleya) y con la candidata de los laboratorios Pfizer (EEUU) y BioNTech (Alemania), que están realizando pruebas en el país y basan su estrategia en el ARN, un enfoque completamente diferente contra el coronavirus al de todas las vacunas que hemos nombrado.

Y, por supuesto, está la carta que Alberto le mandó al indeleble Vladimir Putin para felicitarlo.

Al día de hoy, la vacuna de Oxford parece ser la solución para Argentina e Hispanoamérica pero no se va a poner ninguna jeringa a escala global hasta febrero o marzo de 2021, cuando se terminen las Fases 3, incluida la versión in situ de los rusos. El camino es largo y se viene un bombardeo de novedades sobre esta nueva carrera mundial, en la que el proyecto de AstraZeneca puede terminar siendo opacado, cancelado, igualado o ganador del agradecimiento eterno de la humanidad (por lo menos hasta el próximo Mundial de Fútbol u otro evento planetario similar).

También advierten varios especialistas que para eliminar definitivamente a la covid quizás no alcance con un solo tipo de vacuna y se tenga que echar mano a múltiples desarrollos. Algunos, más pesimistas todavía, sugieren que ni siquiera con un tratamiento preventivo eficiente va a desaparecer este coronavirus, sino que sólo se logrará controlarlo. Su argumento más fuerte es recordarnos que la humanidad convive desde siempre con miles de virus y sólo se puedo erradicar por completo a la viruela.

Donde el presidente y gran parte de su gabinete se la van a jugar en serio va a ser con el abastecimiento, logística, capacitación de personal, presencia territorial, difusión y mucha pero mucha plata para iniciar la campaña de vacunación más grande de toda la historia argentina. No tengo dudas, por su experiencia y capacidad, que Alberto Fernández estará a la altura de los acontecimientos.

En cualquier caso, los avances de esta semana nos muestran un horizonte optimista, en el que tal vez no volvamos a vivir un invierno tan trágico como el del 2020. Sea esta esperanza un empujón de energía para seguir cuidándonos y no una excusa para salir a hacer cualquiera.

Apéndice bahiense y sus gráficos

En pocas líneas ante la falta de novedades trascendentes, seguimos atravesando en Bahía Blanca la meseta leve de la covid y los números siguen en los valores de la semana pasada. Incluso se puede ver en el gráfico que muestra la curva de contagios y recuperados como ambas líneas se desplazan, de forma casi paralela, desde las últimas semanas de julio.

Se agrega la novedad de que los casos diarios sumados del resto de los partidos de la Región Sanitaria I superan, cada vez con más frecuencia, a los detectados bahienses aunque todos terminemos dependiendo de los mismos hospitales. En cuanto a las medidas y su acatamiento, hay cada vez más aperturas y flexibilizaciones, a tono con lo que pasa en otras partes del país, en especial los territorios gobernados por Juntos por el Cambio.

Después de ver lo que ocurrió y ocurre en cientos de ciudades en el mundo, después de ver lo que ocurre en Jujuy, me cuesta creer que no tengamos un boom de contagios tarde o temprano. Esperemos que podamos reaccionar a tiempo cuando esto suceda porque el coronavirus no va a venir con preavisos.

A diferencia de la semana pasada, los últimos días han tenido buenos números.