Cuatro poemas de Anne Sexton

En el día de hoy les comparto unas traducciones que hice de unos poemas de Anne Sexton.  Los cuatro seleccionados son parte de «Scorpio, bad spider, die: the horoscope poems»  y fueron publicados en el año 1971. 

                                

Elegí a esta autora para traducir porque sé que es una de las poetas que le gusta a Verónica Barrionuevo, poeta y amiga a quien le dedico esta modesta traducción.  Espero que les guste. 

                            

24 DE ENERO                       

La originalidad es importante.

                                                           
Estoy sola aquí mismo en mi propia mente.

No hay ningún mapa

ni tampoco ninguna ruta.

Es única en su clase

como la tuya.

Está en una exhalación. Está en una falda.

Hace gelatina. Mastica sapos.

Es una tonta. Es un genia.

A veces tengo que cazarla.

A veces tengo que buscarla.

A veces todavía la sostengo y uso un cascanueces.

¡Qué soberbia! Tantos pensamientos agusanados,

tan enorme engaño,

simplemente me mata de risa.

Mi nostalgia me matará

brotando de mí fría o caliente.

Todavía arriesgaría mi vida

para aquél indeciso ranúnculo

llamado sueños. Aquella del origen,

aquella de la abertura primordial, aquella del hirviente

principio, aquella del enigma, aquella me mantiene aquí,

trabajando y trabajando.

                                                 

21 DE FEBRERO

El día es favorable para el trabajo en equipo.

                                                   

La fotografía donde sonreímos

uno al otro, cabeza oculta a cabeza iluminada,

permanece en mi escritorio. Estuvo sin besar toda la semana.

Aquella fotografía caminó por el pasillo

durante los veintitrés años que llevamos casados

en Carolina, mejilla con mejilla.

Esposo, martillo loco, hombre de fuerza.

Esta última semana ha sido nuestro divorcio.

No soy una bebé de guerra. Soy una bebé

para la guerra. Los pulgares crecen en mi garganta.

Disfrazo los golpes como un trazo de pintalabios.

Leñador, ¿quién me convirtió en tu árbol?

Ahogador, ¿quién me convirtió en tu barco?

Amante, siento una oscuridad, siento una fuga

que se acerca. La foto está sobre mi escritorio

mientras bailamos el karate, el burlesque loco.

                                                                          

30 DE MAYO

                                                                          

No nos mires ahora, Dios, estamos bien.

Todos los suicidas están comiendo Sopa de Porotos Negros;

el Dálmata, nuestro nabo, nuestro manchado
parásito

se acurruca en su silla. Los árboles, ese grupo

de chicas verdes que se menean en cada ventana;

un pájaro marino, todo desnudo e íntimo, entra por lo bajo.

La casa se hunde en su plenitud, cargada de libros;

en la cocina una gran cantidad de azucar grasosa se estanca en un orinal;

en el freezer los Peces Azules vomitan sus anzuelos;

el matrimonio se retuerce, se mantiene firme, un nudo de marinero.

En la última noche culpó de la economía a Roosevelt y Truman.

Respondí con Ike y Nixon. Ambos se equivocaron. Ambos humanos.

Por favor, Dios, estamos bien aquí. Por favor, dejános en paz.

No enviés a la muerte en su gordo traje rojo y su jó-jó barítono. 

                                                                    

17 DE AGOSTO

Buen día para visitar hospitales o hacer trabajos de caridad. Tome

algún tiempo para atender su salud. 

                                                                                                                                         

Seguramente estaré inquieta

por el hospital, esa zona del cuerpo:

cuerpos envueltos en elásticos,

cuerpos guardados en madera o usados como teléfonos,

cuerpos crucificados en sus propias muletas,

cuerpos vistiendo bolsas de goma entre las piernas,

cuerpos vomitando su propio jugo como detergente,

cuerpos lisos y desnudos como huevos para coser.

Acá en esta casa

hay otros cuerpos.

Cada vez que veo a un niño de seis años

nadando en nuestra piscina acuática

una voz dentro mío dice lo que no se puede pronunciar: 

Já, algún día vas a ser viejo y te vas a marchitar

y los tubos van a estar en tu nariz

tomando tu cena.

Algún día vas a retroceder. Vas a clausurar

como una caja de zapatos y vas a estar maldito

mientras hundís el pie hacia la muerte primero. 

Acá en el hospital, digo,

que no es mi cuerpo, no es mi cuerpo.

No estoy acá por los médicos

para ser leída como una receta. 

No. Soy una chica de margarita

soplando en el viento como un pedazo de sol.

En el pabellón 7 hay margaritas, todas de manteca y perlas

pero al lado hay un ciego que solamente puede

comerse los pétalos y contar hasta diez.

Las enfermeras saltan la cuerda a su alrededor y tiemblan

al mismo tiempo que sus ojos se menean como el mercurio y entonces

bailan de paciente a paciente a paciente

vomitando pequeños vasos de papel con medicinas y jugando

a atrapar con frascos de pastillas mientras esperan accidentes nuevos. 

Cuerpos hechos de materiales sintéticos. Cuerpos envueltos como muñecas

a las que visito y halago y todo lo que hacen es tararear

como las computadoras aumentando nuestros impuestos, dólar por dólar.

Cada cuerpo está en su propio búnker. El cirujano aplica su chicle.

Cada cuerpo se guarda rápidamente en su envoltura de helado

y luego se cose de nuevo para un largo viaje

de vuelta. 

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