Otra entrega de poemas catulianos ha llegado. En la edición anterior compartí dos poemas sobre la amistad que siempre me parecieron bellísimos: el I y el IX. Sin embargo, me di cuenta que ¡no conté nada sobre Catulo!
Wikipediosamente, Gaius Valerius Catullus fue un poeta latino del siglo I antes de Cristo, de familia influyente, perteneciente a un círculo de poetas llamados «Neotéricos», etc. Pero yo no soy Wikipedia, así que voy a contarles mi visión de Catulo.
Catulo es un rockero. No conozco otro poeta que tenga tanto rock en sangre. Es un enamorado, un impulsivo, un incomprendido. Se mueve en una intensidad extrema, salvaje, tierna. Un hombre que quería decirlo todo, todo lo que sentía. Como si fuera la reencarnación del mismo Eros, se zambulle en ese océano caótico de los sentimientos humanos y, en cada bocanada que hace en la superficie para tener aire, tira los versos más variados y descontrolados.
¿Por qué hago esta aclaración sobre él? Porque los siguientes poemas posiblemente sean totalmente distintos a los anteriores que compartí. Hoy les traigo tres poemas de Catulo pertenecientes al ciclo de Lesbia. De la amistad hacemos un escalón más arriba: hacia el amor (con todo lo que conlleva eso). Pero no cualquier amor. Porque Catulo es rockero, no puede tener un objeto de deseo tan simple y ordinario como una novia común y corriente. No. Lesbia es, ni más ni menos, su amante. Incluso más grave, es una dama de la alta sociedad, hermana del político romano Clodio y esposa del gobernante Quinto Metelo Celer.
Como dije, en esta oportunidad les comparto tres poemas que podrían pensarse como ascenso, llegada y caída del amor Catulo-Lesbia. Porque, como dice Vox Dei, «todo concluye al fin / nada puede escapar/ todo tiene un final/ todo termina» . Especialmente si hablamos de amores.
V
Vivamus mea Lesbia, atque amemus,
rumoresque senum severiorum
omnes unius aestimemus assis!
soles occidere et redire possunt:
nobis cum semel occidit brevis lux,
nox est perpetua una dormienda.
da mi basia mille, deinde centum,
dein mille altera, dein secunda centum,
deinde usque altera mille, deinde centum.
dein, cum milia multa fecerimus,
conturbabimus illa, ne sciamus,
aut ne quis malus invidere possit,
cum tantum sciat esse basiorum.
***
Vivamos, mi Lesbia, y amemos,
que los rumores de los viejos secos
nos importen todos un peso.
Los soles pueden morir y renacer:
Una vez que la pequeña luz muera,
la noche eterna deberá ser dormida por nosotros.
Dame miles de besos, después cien,
después otros miles, después otra vez cien,
y después sin parar otros miles, otros cien.
Luego, cuando muchos miles hayamos contado,
confundamos la cuenta, para que no sepamos,
y para que ningún maligno pueda embrujarnos,
cuando se sepa que tantos besos existieron.
LI
Ille mi par esse deo videtur,
ille, si fas est, superare divos,
qui sedens adversus identidem te
spectat et audit
dulce ridentem, misero quod omnis
eripit sensus mihi: nam simul te,
Lesbia, aspexi, nihil est super mi
lingua sed torpet, tenuis sub artus
flamma demanat, sonitu suopte
tintinant aures gemina, teguntur
lumina nocte.
otium, Catulle, tibi molestum est:
otio exsultas nimiumque gestis:
otium et reges prius et beatas
perdidit urbes.
***
Aquél me parece ser un dios,
aquél, si es permitido, está más allá de los dioses,
cuando sentado una vez más enfrente tuyo
te mira y te escucha
riéndote dulcemente, dejándome con un sentimiento deplorable
que me arranca todos los sentidos: porque en el momento
que te veo, Lesbia, nada de lenguaje queda sobre mí,
sino que se entorpece, una pequeña llama desciende
hacia mis extremidades, por el propio sonido
retumban ambos oídos, las luces se cubren
con la noche.
El ocio, Catulo, es peligroso para vos:
con el ocio te emocionás y te alegrás un montón:
Pero el ocio arruinó a reyes más importantes,
a ciudades felices.
LXXXV
Odi et amo. quare id faciam, fortasse requiris.
nescio, sed fieri sentio et excrucior.
***
Odio y amo. Por qué hago esto, capaz te preguntás.
No sé. Pero siento que sucede y me angustio.