Uno, dos… Uno, dos…
y así.
Si empiezo a contar
uno, dos…
¿Tres? Hay tres y después cuatro,
y si hay cuatro, obvio que hay cinco,
ya son cinco entrelazados,
Y después del cinco está el seis,
ya son muchos,
pero al siete no lo vamos a dejar afuera,
mucho menos al ocho
que viene bailando con el nueve,
y conmigo somos diez
en mi cabeza,
como en la canción 17 caramelos de Martes Menta.
Aun así me estarían faltando 7
(menos mal) aunque creo
que convivo bien,
la mayoría del tiempo las diferencias
son conmigo, aunque a veces
discuten entre ellos
¿O los hago discutir?
Ni siquiera audicionan para el papel
les dan (damos) el lugar, con tal
de no dejar
un espacio vacío,
nadie los maquilla
se muestran tal y como son,
y no es por juzgar,
pero algunos no tienen una agradable apariencia
¿O será que si los maquillan?
No sé,
ya no sé en qué pensar.
Me pregunto,
¿Sigo contando?
¿Sigo?
Me perdí
para, de vuelta
uno, dos…