En el cajón de la cómoda
de aquella puerta que cerré,
en la habitación abandonada
de la casa que dejé;
entre maderas y polvo,
telarañas y polillas,
están todas las palabras que te dije;
o que al menos pensé
y dejé escritas
En papel arrugado y amarillento,
quizás con moho de la humedad
no de la vejez ni del tiempo,
sino de las lágrimas que no supe dejar de derramar;
entre todo ese caos
de aserrín, papiros y llantos;
están las cartas que te escribí,
aunque sé que jamás las vas a leer,
pero que me tranquiliza saber
que están guardadas ahí,
por las dudas que algún dia vuelvas
preguntándote por qué me fui