Te miré a los ojos y te creí, mientras con una mano tocaba el lunar allegado a tu nuca y con la otra tus brazos con granitos. Te tocaba como quien se pellizca para probar si esta en un sueño o al fin vive una realidad en donde es feliz, te rociaba perfume en el pelo minutos antes de que te fueras al trabajo y luego te lo acariciaba, necesitaba comprobar si estaba mojado o si pasaba como en las películas en la que los actores se tiran al mar y salen sin una gota de agua; algo en mí me advertía todo el tiempo que vos no eras real, y yo tan ciega me fije en lo superficial, en lo real de tu cuerpo y en lo mojado de tu pelo, hubiese practicado una cirugía a corazón abierto y comprobado que ese bobo hace tiempo no latía, o por lo menos no lo hacía ante mi llanto desesperado. Desesperado por que me ames como antes, porque entiendas que sólo quería cuidarte, desesperado como tu congoja aquel día en que largaste que ese bobo si latía, solo que llevaba nombre y apellido de alguien más.
Me dijiste que me amabas, que si lo razonabas yo era el amor de tu vida, pero que si fluias, inerte te irías, a los brazos de quien siempre fue tuya y a donde siempre volverías.