Quizás el problema no está en la vida misma

ni en la cotidianidad de los días

sino que está en mi fragilidad

y en la intensidad de mi corazón

en cómo éste se rompe y sangra

en cómo se tuerce y llora

oscureciéndome el alma hasta hundirla en lo más profundo de mis miedos

estremeciéndome de sentimientos

que pocas veces logro soportar.

Quizás el problema no está en la vida misma

ni en las calles transitadas por almas vacías

sino que está en mí

en el caos de mi mente y en mis ridículas palabras

que sobresalen de mis poros lastimando así todo lo que toco

como la maldición de Midas

que con un solo roce de su mano

te convertía en oro

yo puedo convertir el agua en fuego

o viceversa

incendiándome de odio

y congelándome de tristeza.

Muriendo de a poco se encuentra mi triste yo

tímida y melancólica

mi triste yo que escribe poemas

que sufre en las noches demasiado frías

y que abraza a su almohada que

torpemente

intenta imitar tu olor.