Voy derrumbando tus altares, se mueren los últimos creyentes y se inmolan, en un acto final de fe, los sacerdotes más devotos. Y así, como todo mito, llegaste a tu fin. El mundo se ordena de otra manera ahora, dejé de orbitar en tu estela, dejaste de absorverme, porque vos decidiste que se había terminado.
Así somos los mortales, los que sabemos que no vamos a vivir para siempre, cuando nos abandonan nuestros dioses, buscamos algo distinto en lo que creer. La caída siempre duele, pero al no haber muerto, al ver que sigo acá, empecé a buscar otros horizontes, volteé la cabeza, dejé de mirar hacia arriba.
Te convertiste en una fábula, una pintura rupestre perdida en una cueva, una tradición arcaica. Ya se ha distorsionado, con el transcurso del tiempo, la historia original. Y quedó apenas un despojo de lo que alguna vez fue, ruinas inextricables que nadie va a molestarse por desenterrar.