Una vez que su hermana desapareció, las sirenas saltaron al barco, sacaron al príncipe de su habitación, y con el cuchillo que habían obtenido a cambio de su cabello, le dieron muerte de tres estocadas, una cada una.
El cadáver del príncipe no cayó al mar, pues lo retuvieron para que no ensuciara su hogar. Las sirenas estaban celebrando su venganza, cuando una de ellas dijo “Aún nos queda algo por hacer”.
Las tres sirenas se dirigieron hasta la guarida de la Bruja del Mar, para bañarse una vez más en la sangre de aquellos que habían lastimado a su hermana.