Larga ha sido la noche: las brasas
que fueron fuego devienen ceniza
y las voces un débil murmullo,
pero en lo oscuro vibra aún
del violín la cuerda: reverberando
el aire se vuelve una candela,
punto de luz que rasga la sombra.
Y apoyado contra la pared
emerge el músico, una curva
sola su cuerpo e instrumento;
la llama arde en el puente
y reúne las miradas.
De luz en luciérnaga, de ojo
en chispa, el fuego cruza
a saltos el río que oscuro
forman las horas, hasta que,
reuniendo fulgores dispersos
nace el sol del arco que vibra,
del lento fiat
que despiden las cuerdas.
Nací en Costa Rica, ahora vivo frente al Palacio Barolo