Veo, cuando cierro los ojos,

que hay galaxias entre los humedales,

que los cocodrilos se revelan del hombre,

que el gusano se convierte en héroe,

y me figuro a mí mismo esquivando estrellas.

Sin embargo los abro y mí derredor

-hastiado, ateo, dicotómico-

se me revela aburrido y conocido.

es entonces cuando bajo las persianas,

cierro las puertas, apagó el sol

y me inmiscuyo en la noche.

Me ahogo en religiones, en palabras inaudibles,

me ensordecen los gritos de mí hipotálamo,

desuno mis nervios del barro y procedo,

de la forma menos tranquila, a inducirme el sueño.

Y entonces vuelvo a ser pantera, a verme en el agua

y reconocer que mí vida es de odisea y de letargo,

que en mí alma existen los miles que murieron en Lepanto,

que vivo de guerra, que fui creado de fango, de tristeza,

de recordar la nieve que no siento hace años,

Y entiendo que llorar estalactitas no es tener el alma fría,

ni beber aguardiente a diario me devolverá lo no vivido.

Entonces enfoco mis ojos a esos símbolos olvidados,

máscaras de ayer, vapores no recordados,

y permito pues, a una horda de querubines revolucionarios,

que maten a los dioses con fuego de llama violeta

y miro fijo lo oscuro hasta quemar mis párpados.