Verdad dura y cruda encuentro cada vez que entro a tu consultorio, entrando por las rejas del departamento siento que estoy entrando en un cabaret donde sos la escort principal pero en lugar de que pierdas la ropa, lo que se desnudaría es mi rigidez absurda entre tus cuatro paredes, te imagino eyaculando en mi tesoro perdido, riendo de mi complicación, de la que siempre he tenido, cómo has podido, aguantar la risa con tal cruel alevosía, con tu risa pícara y ojos observadores, me siento señalado y juzgado por quien debería entenderme y comprenderme, es todo lo contrario, siento que me ve como sus billetes verdes, con su tiempo de consulta que se me hace eterno, con sus ojos mirándome y sonriendo.
Esto es lo que sentía y sentí todo tiempo que tuve las consultas, sentí que no pasé de la entrevista primera que tuvimos, nunca un progreso he visto, sólo pérdida de tiempo en tus ojos perdidos.
Ahora ya escapé de ese lugar, ya no tengo a que temer, sólo me tengo a mí en esto de las pastillas y del qué hacer, ya no más diagnósticos que me marquen mi personalidad, ni hablar de trastornos que me hacen dudar de quién soy y de dónde estoy.
Escapé de ese lugar donde me sentía mal, sólo para entrar en otro donde la atención fue peor, un número sin más fui en esa cárcel a la que llaman consultorio, donde lo único que se consultan son el por qué la vida cuesta tanto, el por qué ser constante cuesta hasta para cuidarse a si mismo, que qué tengo que aprender para quererme, y al final sólo entiendo que soy un incomprendido que ni los profesionales entienden.
Y en este laberinto de consultas,
En esta cárcel que no es más que un reflejo
De la incomprensión,
Sólo descubro que el mayor desconocido
Soy yo, y que ni los profesionales
Acertaron alguna vez
En ver quién soy.
No escribo por escribir.