Dolor distinto al que estoy acostumbrado a vivir, sufrimiento que siento equívoco invade dentro de mí.

Dolores persistentes de una mente perturbada por gente.

Los colores del infierno me invaden los ojos, aún veo azul el cielo, espero tocarlo de algún modo.

Los colores del mundo real se asemejan al infierno que tengo dentro, el dolor es tan real como tu existencia, tan real como la angustia que me llevaré a la tumba; y cuando fallezca, el ser más feliz del mundo podría llegar a ser, hacer locuras es lo que me sale bien, tener cordura no sé qué es.

A veces soy feliz, sólo cuando sueño que lo soy, voy a vivir siempre triste y voy a morir siempre viste, los sueños que expreso son deseos internos de querer escapar de algún lado, alguno que no reconozco, tal vez del suelo del baño, en el que me acuesto a recordar lo sobrio de angustia que estaba antes de ser esta bolsa pesada de papa la cual algunos lo llaman amigo, hermano, o incluso hijo.

Me escondo en el lugar más recondito del universo, en mi cama, en mi casa. Nadie vendría a mi hogar, mi dulce hogar, el que tanto odiás pisar, una sola vez pasaste por acá, y fue para defraudarme más de lo que creía que me podías defraudar, me siento defectuoso a la hora de actuar, como si mí mandíbula estuviese rota, pero rota son las palabras que trago cada vez más. Siento que me van a matar, que voy a explotar, que no paro de dramatizar cada vez más, pero algún día tendré mucho de qué hablar, y todos me tendrán miedo o se irán. O tal vez reconozcan la basura que diré, lo aceptarán y dirán que es verdad, porque diré menos mentiras que las que diría un mudo