en un hilo de face sobre cómo se crema un cadáver, una chica escribió “le sacan hasta el mantelito blanco que cubre el cuerpo”. me llamó la atención el reemplazo de “mortaja” por “mantelito”. más allá de las impúdicas interpretaciones analíticas posibles y de la verificable espontaneidad de la expresión, veo ahí (como en tantos yeites del habla cotidiana) una operación poética. sucede cuando lo asimilado, naturalizado y conocido, ocupa (por cierta necesidad de comprensión de lo que se siente impenetrable) el lugar de lo raro, extraño, ominoso. esta operación y tal vez especialmente su inversión (lo cotidiano que se vuelve lo otro) ha sido explotada por la poética moderna más que por las de otras épocas. poe, claro. y -en consonancia con poe- baudelaire y casi toda la poesía llamada “simbolista”. modernidad: cómo decir, cómo elaborar un mundo que en relativamente poco tiempo se ha enajenado y sigue ese curso (ciudades abrumadoras llenas de personas anónimas y rincones oscuros, máquinas casi incomprensibles, naturaleza transformada, desplazamiento de las anteriores verdades establecidas, ritmos del tiempo cambiante, etc). la cotideaneidad resulta, al mismo tiempo, lo otro. de ahí que para asimilarla es necesario volver ajeno lo cotidiano e intentar desentrañar lo extraño, hacerlo más cercano. de ahí tambien la necesidad que tiene arte moderno de decir que el lenguaje resulta insuficiente en la transacción
Ilustración del Harry Clarke para el cuento «El pozo y el péndulo» de E. A. Poe (1919).