I

quevedo y arcimboldo, por ejemplo, pusieron en cuestión el recurso habitual de la metáfora, tomando literalmente los términos: así el rostro de una mujer resulta una ensalada o un collage monstruso. para hacer esta operación ideológica hay que dar al menos un paseíto consciente por la historia de lo dicho: para hacer y entender el chiste, hay que haber entendido que antes no fue chiste


II

el otro día escuché esto: “le entro como el agua al Titanic”. no se trata de una metáfora en su totalidad sino de una comparación. “le entro”, de todas maneras, funciona como una metáfora que permite, contextualmente, comprender el sentido sexual de toda la comparación. y si no sabías qué fue el Titanic y por lo tanto no pensaste que se hundió porque se lo clavó un iceberg puntudo y luego fue llenado por el amor intespestuoso del agua, siempre podés averiguarlo


III

ahora estoy viendo una película danesa en la que la protagonista es una bien reputada señora casada que quiere tener algo sexual con (cuándo no) su hijastro, y entonces el director hace de cada escena una metáfora de eso: la señora se escapa y se mete en un bar, la señora baila, la señora se mete desnuda en un lago, la señora se echa encima gruesos e intensos chorros de agua tibia, la señora se pone físicamente agresiva, etc., etc. al final coje con el pibe, claro, lo que explica del todo el poco secreto de la narración y, de alguna manera, lo arruina realizando la esperada catarsis


IV

al taller literario que intentó elaborar la modernidad fue julio cortázar, e hizo un ejercicio que es un pastiche de girondo, y lo publicó para quedar como un discípulo desaventajado. es que un neologismo puede ocupar el lugar de una metáfora pero, como siempre, hay que ver cómo. tal vez fue por ese “cómo” que los jóvenes escritores de los ochentas en la argentina dijeron que no querían tanto a julio

V

por ahí vino william carlos williams a decir que “no hay ideas sino en las cosas”, entonces kenneth burke escribió al respecto: “Aquí está el ojo y ahí está la cosa sobre la que el ojo se detiene. Lo que transcurre mientras dure esa relación entre uno y otra, eso es el poema”. y vino capote (con walsh, que lo hizo primero) agarró y dijo que cualquier acontecimiento (periodístico) puede escribirse como si fuera una ficción, lo que parecía una vuelta al naturalismo pero no lo era

VI

hace falta mucha buscapina convencional para digerir la verosimilitud de una peli porno: ningún polvo dura tanto, aunque nos gustaría que así fuera; nadie está inconmoviblemente peinado y maquillado after such pleasures, aunque quedaría muy bien; ninguna pija es tan grande como esa, aunque no estaría mal tenerla; tener sexo consiste más en hablar que en coger, cosa que se elude en tales relatos; etc. la pornografía es antierótica porque pretende que no hay secreto, y mucho menos misterio: el fetichismo del encuadre vaginal pertenece más a la retórica de la medicina decimonónica que a la de la sensualidad


VII

el mercado porno se ha ido transfomando en un corpus didáctico que educa al mundo en cierta sanata filonewage: depilarse es higiénico, coger es una necesidad humana, la gente que coje mucho es más libre, se puede vivir sin tabúes, todos somos poliamorosos potenciales. en su tráfico ideológico de banalidades, la pornografía se parece bastante a la publicidad y a los noticieros. no hay duda de que su objetivo es la paja ajena, la paja neoliberal del narcisismo sin fin. ¿dónde lo connotativo, lo simbólico, lo gracioso en el material pornográfico? specho que, pobremente, en la mano del consumidor

VIII

la lengua no alcanza a hacer lo que quisiera, no se basta a si misma aunque el deseo la saque para afuera. a veces el tiempo y el olvido nos han dejado creer que algo sucede y que podemos decirlo: hace rato que decimos tranquilamente que sale el sol por las mañas, aunque hace rato sabemos que el sol no sale y que se trata nomás de un giro terrestre

IX

edipo va a arrancarse los ojos con un broche que toma de su madre muerta. va a desterrarse a un lugar a donde nadie puede verlo, en el que nadie puede hablarle y en el que no hay nadie a quien él le pueda hablar. es casi imposible nombrar el horror, y el horror puede ser nada más que respirar. edipo no quiere ver, pero la obra va a representarse a pesar de él